La Bolsa Mexicana de Valores (BMV) es una de esas instituciones que siempre ha estado cubierta con un halo mítico. No hay manifestación de comunistas trasnochados que no haga una escala necesaria en la glorieta de la Palma para protestar frente a ese templo financiero. Se ha creído que el mercado bursátil es tan poderoso … Continued
La Bolsa Mexicana de Valores (BMV) es una de esas instituciones que siempre ha estado cubierta con un halo mítico.
No hay manifestación de comunistas trasnochados que no haga una escala necesaria en la glorieta de la Palma para protestar frente a ese templo financiero.
Se ha creído que el mercado bursátil es tan poderoso e influyente en este país que es capaz de provocar que México adoptara el horario de verano. El flamante virtual presidente electo de este país se oponía al cambio temporal del horario porque creía que era para beneficiar a la bolsa.
El comportamiento de su principal indicador se ha utilizado históricamente como un termómetro de la economía nacional; además, se le confieren cualidades predictivas y una influencia directa en la suerte del resto de los agentes económicos.
La BMV, pues, fue elevada a los altares y eso resultaba altamente conveniente para la que al final es una empresa privada con fines de lucro.
La bolsa es al final un mercado de instrumentos de inversión, donde entidades públicas y empresas privadas pueden encontrar recursos frescos a través de colocar una parte de sus acciones o bonos de deuda y donde el intercambio de esos documentos genera interés de muchos inversionistas.
Si la BMV se mantuvo como un monopolio fue por la falta de mercado, no porque estuviera en alguna escritura sagrada que no había cabida para la competencia.
Llama la atención que algunos participantes de ese extinto monopolio bursátil hicieron intentos para tratar de descarrilar la competencia que hoy es una realidad. Y han mantenido su ofensiva para desacreditar a los nuevos intermediarios que buscan cabida en la flamante bolsa de valores. Podrían quedar expuestos en futuros intentos de combatir la necesaria competencia.
La Bolsa Institucional de Valores (Biva) encuentra cabida en un mercado con poco desarrollo de las opciones financieras que ofrece una opción para éstas; por lo tanto, puede concentrarse en terrenos donde complemente a la BMV, sin dejar de competir en los mercados ya maduros.
La marca tendrá que posicionarse entre los potenciales clientes y en la opinión pública en general que tiene totalmente tatuado en la mente que la bolsa es la BMV y nada más. Pero, así como hoy no sólo hay gasolina Pemex, así hay una alternativa bursátil que tiene que luchar por hacerse de un lugar y eso no es fácil.
Más allá de la competencia por lograr una posición relevante en el mundillo financiero, hay que destacar que la nueva bolsa inicia operaciones justo en la transición hacia un nuevo gobierno que, a muchos, hoy en silencio, les produce serias dudas sobre la estabilidad económica y financiera que pueda generar.
La sorpresa puede venir por los mecanismos que decida el gobierno de López Obrador para financiar muchos de sus proyectos de infraestructura. Ya lo hizo como jefe de gobierno, ya permitió inversiones privadas para proyectos públicos.
Podría usar las bolsas de valores para capitalizar a Petróleos Mexicanos, vía la emisión de acciones, en lugar de aumentar la ya de por sí abultada deuda pública. Podría recurrir a fibras, estos fideicomisos de participación privada para desarrollar la infraestructura que el mercado considere viable.
En fin, puede ser un buen momento para la competencia bursátil.