No ha estado al alcance del gobierno federal, hasta ahora, manipular la información que publican los organismos autónomos y que han permitido constatar el pésimo manejo que ha tenido este gobierno de la economía mexicana
Lo que publicó el New York Times el cierre de la semana pasada va más allá de un maquillaje de cifras para hacer lucir bien a la 4T.
Tiene que ver con el ocultamiento de los muertos. Subestimar la cifra de fallecidos por Covid-19 hace que las medidas de prevención sean equivocadas y que la famosa curva aplanada con la que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador juega el dedo en la boca de los ciudadanos cada noche, a las 7, sea una farsa.
Somos una opinión pública fácil de engañar. Bastan un par de malabares presidenciales para que su muy amplia base de seguidores le crea lo que sea y sin cuestionamiento alguno. Y quien se atreva a oponerse, de forma documentada y sin insultos, a los dichos presidenciales, es acusado de hacerlo con un afán de descarrilar la Cuarta Transformación.
El 2019 fue un año que se caracterizó por la contraposición de datos en materia económica. La información que publicaba el Inegi, el Banco de México, los organismos internacionales y los analistas contrastaba con los “otros datos” del presidente.
No ha estado al alcance del gobierno federal, hasta ahora, manipular la información que publican los organismos autónomos y que han permitido constatar el pésimo manejo que ha tenido este gobierno de la economía mexicana.
Es un problema muy serio para México que desde su gobierno haya una respuesta con descalificaciones presidenciales y una reacción virulenta de ese entramado bien tejido en las redes sociales y medios de comunicación, ante datos sobre economía, seguridad, salud, empleo y muchas materias más que contrastan con la visión oficial.
Pero con los datos específicos de los saldos de la pandemia, estamos ante un monopolio de la información y, por lo tanto, dominan el discurso de la evolución de la enfermedad, sin necesidad de contrastar otras fuentes de información.
El propio rockstar de moda de la 4T, el (sub)secretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha dicho con todas sus letras que el modelo Centinela no sirve para la Fase 3 de la pandemia, pero todos los días repite los datos del modelito, porque son muy convenientes para que el presidente repita que vamos muy bien.
Pero mala información lleva a malas decisiones, tanto de la autoridad que quiera terminar con el confinamiento por razones políticas, como para los ciudadanos que se confíen a que los casos son pocos y por lo tanto lejanos.
Tiene que llegar un señalamiento del exterior, como este del New York Times, para alertar sobre la posible falsedad de los datos y la respuesta es la descalificación y volcar el aparato de control de daños para girar la conversación.
Hasta hoy, en materia económica no hay ese monopolio de la información y es un valor que hay que cuidar. Porque el manejo que ha dado la 4T a la información de la pandemia debe servir para revaluar la importancia de contar con datos económicos de fuentes autónomas e independientes del gobierno.