“Quiero justicia para mi hijo, pero no quiero que se haga de esta manera…”. El llamado no es de alguno de los deudos de los jóvenes de Ayotzinapa frente a los crímenes con que los vividores de “la causa” vienen manifestándose desde hace siete meses. Esas palabras, dichas ayer, son de Gloria Darden, madre de … Continued
“Quiero justicia para mi hijo, pero no quiero que se haga de esta manera…”.
El llamado no es de alguno de los deudos de los jóvenes de Ayotzinapa frente a los crímenes con que los vividores de “la causa” vienen manifestándose desde hace siete meses.
Esas palabras, dichas ayer, son de Gloria Darden, madre de Freddie, cuya muerte (fractura de vértebras cervicales) a manos de la policía desató los violentos disturbios en Baltimore.
La hermana melliza del occiso, Federicka Gray, llamó también a la calma:
“Mi familia quiere decirles: por favor, por favor, detengan la violencia. Freddie no querría esto…”
Y un cercano a la familia expresó: “Esto debe detenerse de verdad, porque pudo haber sido cualquiera de nosotros…”.
Lecciones remotas pero universales de dignidad ante la muerte.
Impensables, caray, en el programa de estudios de la normal rural de Ayotzinapa, y evidentemente ajenas a las turbas carroñeras que atizan la barbarie, acaudilladas por un magisterio impresentable y alcahueteadas por omisas organizaciones e instituciones civiles, políticas y gubernamentales.