Tener un partido de Estado exige una línea disciplinada hacia el exterior
Dice bien Jorge Castañeda que tener un partido de Estado en México tiene consecuencias internacionales.
Tener un partido de Estado da mucho poder para hacer lo que se quiere dentro del país, pero limita en el ámbito externo, donde los excesos del discurso interno pueden tener altos costos.
Los ha tenido en estos días.
La presidenta Sheinbaum dijo varias veces que no estaba de acuerdo con los impuestos estadunidenses a las remesas y que los mexicanos, en consecuencia, nos íbamos a “movilizar”.
Eran palabras para consumo interno. La Presidenta quería mostrar independencia y valor ante el vecino.
Pero sus palabras fueron usadas, por el vecino, para echarle gasolina a la tesis de que estaba en curso una invasión migrante y el gobierno de México llamaba a movilizarse violentamente a favor de ella.
La presidenta Sheinbaum pagó el precio político de lo añadido a sus palabras por los estrategas del presidente Trump.
Sus palabras, rentables adentro, se volvieron costosas afuera.
Creo que el gobierno mexicano tardó en entender este mecanismo.
Tardó, desde luego, en lanzar la consigna a sus partidarios de que se callaran, de que la línea era “amor y paz”, no las locuras en caída libre del presidente del Senado o las audacias verbales de la consejera de Morena en Jalisco, a la que le respondió el mismísimo subsecretario de Estado, Christopher Landau.
Cuando la cosa llega a ese nivel de respuesta, queda claro el punto de Castañeda: tener un partido de Estado exige una línea disciplinada hacia el exterior, porque, en los hechos, lo que dicen los políticos del partido de Estado respecto de otro país puede tomarse como indicio de lo que el gobierno piensa de ese país.
Las voces políticas del régimen tienen que cuidar lo que dicen. Por triviales o personales que sean sus ocurrencias, hablan siempre, de algún modo, a nombre del partido de Estado.
Aquí sí que, literalmente, ya no se pertenecen. Sus dichos y sus hechos pertenecen al partido, son expresión de la única voz que hay en el Estado, donde la oposición no cuenta, pues la han descontado.
Los soldados del partido de Estado no son libres, ya no se pertenecen. Necesitan acordeón.