Cuando estos populistas ganaron las elecciones, eran muchos los que estaban aterrados por lo que vendría para la economía y para muchos otros aspectos de la vida política y social. El nerviosismo de los mercados daba cuenta de esos temores ante todo lo que prometieron durante la campaña. No dejaban de hablar de fuertes aumentos … Continued
Cuando estos populistas ganaron las elecciones, eran muchos los que estaban aterrados por lo que vendría para la economía y para muchos otros aspectos de la vida política y social.
El nerviosismo de los mercados daba cuenta de esos temores ante todo lo que prometieron durante la campaña. No dejaban de hablar de fuertes aumentos en el gasto público, para cumplir con sus clientelas políticas, al tiempo que prometían drásticas bajas en los impuestos.
Son este tipo de promesas las que ayudaron a llevarlos al poder, junto con el hartazgo de los electores de las opciones políticas tradicionales que además habían protagonizado vergonzosos casos de corrupción.
Tras el triunfo electoral, y en medio de la preocupación de los mercados, el designado como encargado de las finanzas públicas prometió que el gobierno sería responsable con el manejo macroeconómico, para no causar más estragos a una economía que ya enfrentaba problemas de estabilidad serios.
Pero al final son populistas y la aparente responsabilidad duró hasta que presentaron su presupuesto y dejaron ver sus intenciones de cumplir al pie de la letra sus planes de derroche.
La referencia, por supuesto, es al populista gobierno de Italia que presentó su presupuesto con un desbalance que rompe los acuerdos existentes al interior de la Unión Europea.
El argumento de los populistas de La Liga y el Movimiento 5 Estrellas para abandonar las promesas de disciplina fiscal de su propio ministro de Economía es que ellos representan a 11 millones de electores que votaron por sus promesas y que tienen la fuerza parlamentaria suficiente para hacer lo que les plazca, porque para eso fueron elegidos por el pueblo bueno.
Entonces, ya sin caretas de responsabilidad y estabilidad, decidieron aumentar de manera sustancial el gasto público en programas sociales de renta universal, de incremento en las pensiones para los viejitos, al tiempo que pretenden bajar algunos impuestos.
Aumentan los gastos, disminuyen los ingresos y la diferencia entre lo que ingresan y lo que gastan lo cubren con deuda. Este déficit lo van a elevar hasta 2.4% del Producto Interno Bruto.
Italia es un país que ya tiene un severo problema de deuda pública que ya que representa 130% de su Producto Interno Bruto. Niveles inaceptables para los estándares que, de hecho, endureció la Unión Europea tras la crisis de inicios de la década, con la debacle griega.
Las consecuencias serán terribles para ese país y para toda la unidad europea, porque bajo el esquema de moneda única, Italia no puede devaluar para compensar esas irresponsabilidades fiscales.
Esto traspasa la responsabilidad de Bruselas, oficina central del gobierno de Alemania para administrar Europa, y genera problemas para todos los socios, especialmente para los acreditados al euro.
Pero está claro que estos grupos populistas no engañaron a nadie, ésa fue su oferta en campaña y, a pesar de que los más moderados y sensatos parecían ganar terreno en un principio, al final los extremistas fueron los que recibieron el voto mayoritario.
Si llegan a cumplir con estas barbaridades en su presupuesto 2019-2021, vaya apuntando en su agenda de eventos relevantes un efecto espagueti en los mercados y la confirmación de que el enojo y el hartazgo de una sociedad son malos consejeros electorales.