Sigue el gobierno demócrata de Biden batallando con los republicanos del Congreso para que le aprueben todos los tramos de esa inundación de dólares que pretende para alcanzar la expectativa de un crecimiento superior a 6% este año
Ya deberían estar preparando las pancartas de agradecimiento al gobierno de Joe Biden para que, cuando aterrice en la Ciudad de México la vicepresidenta Kamala Harris lea los mensajes de gratitud por el crecimiento de rebote que tendrá México por el plan de recuperación de Estados Unidos.
Si este país ha mejorado de manera sostenida los pronósticos de rebote del Producto Interno Bruto (PIB) para este 2021 es, básicamente, por el jalón que le dará al cabús mexicano la locomotora estadounidense que se prepara para tener una de las más impresionantes recuperaciones económicas en su historia.
Sigue el gobierno demócrata de Biden batallando con los republicanos del Congreso para que le aprueben todos los tramos de esa inundación de dólares que pretende para alcanzar la expectativa de un crecimiento superior a 6% este año.
Pero con todo y esas dificultades políticas que pudiera tener La Casa Blanca, ya hay efectos positivos entre sus proveedores externos. México es uno de sus principales socios comerciales y ese sector de proveeduría externa será el gran motor del rebote del PIB mexicano.
Ojalá que pasado el compromiso electoral del domingo haya un poco más de objetividad con lo que viene para la economía mexicana, porque estamos ante un escenario de un comportamiento desigual de los sectores económicos.
Las exportaciones irán viento en popa, mientras que el sector terciario y muchas de las actividades vinculadas con el mercado interno no tendrán esa misma suerte. Porque acá, a diferencia del país del norte, los agentes económicos fueron abandonados a su suerte en plena crisis de Covid-19.
No hay ninguna ventaja en abandonar a empresas y trabajadores en plena crisis, pero hay algo que puede esquivar México a diferencia de otros países en franca recuperación.
Las presiones inflacionarias que se confirman en el mundo, ahí está el Índice FAO del precio de los alimentos en su nivel más alto en una década, ahí están las previsiones de presiones inflacionarias futuras en Estados Unidos, mientras tanto México puede tener un panorama inflacionario más alentador.
Claro, si suben los precios internacionales también se ven esos reflejos en la economía local. Pero una competencia entre precios y salarios es difícil que se pueda dar en una economía como la mexicana que no acabará de recuperar su mercado laboral, precisamente porque la crisis del mercado interno tardará más en superarse.
Hay todavía mucha gente sin empleo, hay margen para una oferta laboral que no implique una presión salarial. De hecho, muchos trabajadores no han recuperado el nivel de ingresos previo al confinamiento del año pasado.
Estados Unidos puede estar en otra dinámica si alcanzan de nueva cuenta niveles de pleno empleo, allá es más fácil comprar la idea de que la inflación sí puede escalar.
Por lo pronto, hay que tener claro que si México espera una tasa de rebote en su economía, que le permita regresar a niveles previos a la crisis en menos años, será básicamente por un efecto de rebote de lo que sucede en Estados Unidos. Hay que tenerlo claro, no sólo para que no nos engañen con una caravana con sombrero ajeno, sino para buscarle una salida más rápida a la crisis del mercado interno.