Una planta productora de equipos de aire acondicionado se ha convertido en algo más: en manos de Donald Trump es un arma para atacar el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá. Son cientos las fábricas que se han trasladado de Estados Unidos hacia México en los últimos años, pero la planta … Continued
Una planta productora de equipos de aire acondicionado se ha convertido en algo más: en manos de Donald Trump es un arma para atacar el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá.
Son cientos las fábricas que se han trasladado de Estados Unidos hacia México en los últimos años, pero la planta que Carrier tiene en Nuevo León se ha vuelto una celebridad industrial gracias al candidato republicano. Ha hablado de ella medio centenar de veces, siempre en un contexto negativo. Es un ejemplo de cómo México le ha “robado” empleos a Estados Unidos, dijo en una ocasión. Es la muestra de la miopía respecto de la forma en la que realmente funciona el NAFTA, afirmó en otro momento.
La planta cerró en Indiana donde canceló 1,400 puestos de trabajo. La línea de producción fue retomada por Carrier de México, una empresa que llegó a Nuevo León en 1945. Allí tiene más de 3,000 empleos, que producen aires acondicionados y calderas, entre otras cosas. Fue una decisión extremadamente difícil, explicaba el presidente de la empresa a sus empleados en Indiana. ¿Cierto o falso? En Estados Unidos pagaba sueldos de 20 dólares la hora; en México, son aproximadamente 3 dólares la hora.
Ese tipo de “mudanzas” habían sido normales desde hace ocho décadas, pero se intensificaron a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, en 1994. La lista de empresas es gigantesca: Chrysler, Ford, Flextronics, General Motors, Jabil, Hewlett Packard, Honeywell, Tyco… El TLCAN fue diseñado para ofrecer en una sola región económica una amplia variedad de opciones en costos. Los procesos intensivos en mano de obra tienden a migrar a México.
El libre comercio permite bajar costos de producción y de este modo beneficia a los consumidores. Éste es el argumento de los partidarios de la apertura comercial. Le da mayor margen de maniobra a las empresas para ubicar sus procesos de producción en los sitios de menores costos. Eso perjudica a los trabajadores y ofrece argumentos a los detractores del libre comercio.
Trump pone en primer plano el drama de los trabajadores estadounidenses que pierden sus empleos, pero no habla de los consumidores beneficiados. Él es astuto y sabe que en estos tiempos de enojo pesa más la furia de los desempleados que el confort de los consumidores. Por eso se ha apropiado del tema de las mudanzas industriales. Promete hacerlas más difíciles. Creará un impuesto especial. Lo reiteró en el programa Meet the Press, del domingo 24 de julio. “Si ésos creen que pueden correr a todas esas personas, mudar su planta a México, construir aires acondicionados y venderlos en Estados Unidos… habrá un impuesto”.
El señor Trump no ha decidido si el impuesto será de 15, 25 o 35%, confesó al entrevistador Chuck Todd. Elaboró su respuesta para enfatizar que ese tipo de impuesto se aplicaría a algunas de las industrias que están relocalizándose en países como México. El periodista le explicó que aplicar un impuesto de forma selectiva es contrario a los reglamentos de la Organización Mundial del Comercio. La respuesta estuvo llena de trumpealidad: “Entonces renegociaremos o nos retiraremos de la OMC”, dijo. “Esos acuerdos comerciales son un desastre. La OMC es un desastre”.
¿Es ignorante? Quizá, pero no está haciendo un examen de maestría. Le habla a un país donde dos terceras partes creen que va por el rumbo equivocado.