La ciencia neoliberal no podía derrotar a los técnicos del Conacyt donde objetaron la iniciativa del Tec por no ser un producto 100% mexicano –está basado en un diseño abierto por MIT–, pero sobre todo por sus vínculos con FEMSA, Coppel y la Fundación Carlos Slim
Todo estaba listo, hace cuatro semanas, de acuerdo a los reportes generados en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición. El anuncio oficial de la proeza del primer ventilador invasivo para los pacientes de infecciones respiratorias graves construido por talento 100% mexicano ocurriría a mediados de junio, en Palacio Nacional; en la conferencia mañanera, después del Pulso de la Salud que cada martes presenta el subsecretario Hugo López-Gatell, de acuerdo a la última información compartida por el entonces vocero de Relaciones Exteriores, Roberto Velasco, a los involucrados.
En los tres meses previos, un inédito colaborativo entre académicos, empresarios e instituciones públicas logró producir las primeras unidades del respirador VSZ-20-II, que recibió el nombre de “Salvador Zubirán 2020”, como homenaje al lugar donde sería entregado el primer lote de los aparatos, aunque las pruebas en la primera fase de validación se efectuaron en la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud del Tec de Monterrey.
Guillermo Domínguez es subdirector de medicina crítica en Nutrición y simultáneamente es el decano de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud del ITESM-CDMX. Y estuvo en el centro del ecosistema que permitió articular a los ingenieros, médicos, empresarios y funcionarios públicos que trabajaron a marchas forzadas para tener una solución local antes de que llegara el pico de la contingencia sanitaria por la Covid-19.
Catedráticos del Tec Salud y exalumnos del Tec son los protagonistas de estos esfuerzos. Principalmente Arnoldo Heredia Astorga, “el cerebro” del proyecto, líder de investigación del campus Sonora Norte del Tec; y Ramsés Galaz, quien además de impartir cátedra en esa institución, es socio fundador de GSE Biomedical, empresa dedicada desde hace una década al diseño de dispositivos médicos clase I, II y III, para exportación.
Galaz respondió a la convocatoria del Instituto de Nutrición para perfeccionar un prototipo de ventilador que fuera hecho en México. Y con el apoyo de Grupo Coppel, coordinó un equipo que trabajó sin interrupciones durante diez semanas, en conjunto con Metalsa, una filial de Proeza. En el camino se sumaron a la iniciativa Juntos por la Salud, enfocada a dotar a los profesionales de la salud con equipos de protección personal y equipar a los hospitales para enfrentar la pandemia.
Había empezado la fase 3 de la contingencia sanitaria. Los hospitales del sector salud sólo tenían 2,000 ventiladores y los modelos predictivos apuntaban, en el peor escenario, que serían necesarios al menos otros 6,000. La instrucción presidencial fue conseguirlos… sin importar costos o logística.
Marcelo Ebrard quedó a cargo del “puente aéreo” que logró traer –unos donados, otros adquiridos– respiradores de China y Estados Unidos. Y la directora del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, de presentar los prototipos de los ventiladores 100% mexicanos. Había cuatro opciones, desarrolladas por investigadores de la UNAM, el IPN, el Tecnológico de México y el Tec-Nutrición, pero ninguno tenía la autorización de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris).
De los seis prototipos presentados por el Conacyt, sólo dos entraron en la última fase, previa a su fabricación en serie. Y otro, totalmente ensamblado y certificado por Cofepris: el ventilador VSZ-20 B, esfuerzo conjunto del INCM, la Secretaría de Relaciones Exteriores, FEMSA, Metalsa y Tec Salud.
Hubo un evento significativo que dio al traste con el proyecto: hace un mes, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión extendió un “amplio reconocimiento a los médicos, ingenieros biomédicos y cirujanos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, por haber desarrollado el ventilador VSZ-20, instrumento básico que genera un sistema de presión de aire que fluye hacia el paciente, que servirá de gran apoyo para atender la emergencia sanitaria.
El VSZ 2020-II quedó paralizado, en la última milla. Con un permiso temporal de la Cofepris, el ensamblaje en serie de los dispositivos ocurriría en la planta de Metalsa en Apodaca, Nuevo León. El primer lote llegaría a Nutrición y después, Proeza atendería los pedidos para las unidades hospitalarias que lo requiera, a un precio “muy accesible”: 11,000 dólares por unidad, con accesorios, soporte técnico y capacitación para su uso.
La ciencia neoliberal no podía derrotar a los técnicos del Conacyt donde objetaron la iniciativa del Tec por no ser un producto 100% mexicano –está basado en un diseño abierto por MIT–, pero sobre todo por sus vínculos con FEMSA, Coppel y la Fundación Carlos Slim.
Efectos secundarios
DIGITALIZACIÓN. Cruz Roja Mexicana ofrece más de 1.4 millones de traslados de ambulancia, totalmente gratuitos cada año. Y acorde a la nueva normalidad, aplicará innovaciones tecnológicas para “hacer más, hacerlo mejor y llegar más lejos”, en palabras de su presidente, Fernando Suinaga. Este proceso de digitalización pasa por la implementación de un sistema de planificación de recursos empresariales (ERP, por sus siglas en inglés), en el cual la mexicana KIO Networks de Sergio Rosengaus ha jugado un papel relevante. El reto ha sido complejo, con más de 47,000 voluntarios, la implementación de un sistema ERP implica un gran trabajo de coordinación, normalización, consistencia e integración.