Extraditar a Guzmán Loera en vez de retenerlo y hacerlo pagar sus crímenes en México, será una penosa confesión de impotencia por parte del gobierno mexicano. Y algo más: una especie de inaceptable renuncia a corregir sus errores en servicio de la seguridad de los mexicanos. Extraditar a Guzmán Loera le resolverá un problema al … Continued
Extraditar a Guzmán Loera en vez de retenerlo y hacerlo pagar sus crímenes en México, será una penosa confesión de impotencia por parte del gobierno mexicano.
Y algo más: una especie de inaceptable renuncia a corregir sus errores en servicio de la seguridad de los mexicanos. Extraditar a Guzmán Loera le resolverá un problema al gobierno, no a los mexicanos, cuyas cárceles son una desgracia.
La lista de correcciones que el gobierno tendría que hacer para garantizar la prisión de Guzmán Loera está lejos de ser compleja.
Basta con echar hacia atrás las decisiones que permitieron que el delincuente se fugara, una acumulación de necedades que desde luego explica la corrupción, pero también el relajamiento institucional y la tontería hija del exceso de confianza.
En todo caso, ¿será tan complicado revertir las decisiones que fueron desmontando paso a paso el sistema de alta seguridad del penal, hasta permitir la fuga?
Por ejemplo:
Los presos eran monitoreados desde tres lugares: el penal mismo, la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) y el Cisen. Alguien decidió quitar el sonido de los dos primeros sitios y dejar solo el del Cisen.
Los policías federales hacían turnos de 24 horas frente a los monitores, cuando lo que indican los manuales es una rotación cada ocho horas.
Alguien decidió suprimir las alarmas perimetrales del penal que hubieran denunciado la excavación del túnel. Unas notas dicen que fue el ex comisionado Mondragón y Kalb, otras dicen que fue la responsable de reclusorios, Celina Oseguera. ¿Será tan complicado regresar las alarmas?
Alguien decidió relajar las condiciones de reclusión de Guzmán Loera, empezando por no cambiarlo nunca de celda y facilitar su contacto con el exterior.
Durante el tiempo de su reclusión, entre febrero de 2014 y julio de 2015, Guzmán Loera recibió 386 visitas: 272 de sus abogados, 68 familiares y 46 conyugales. Un promedio de 19 visitas por mes. (Yuriria Sierra en Excélsior, 16/10/15).
¿Será tan complicado volver a los protocolos de reclusión previstos, cambiar al preso continuamente de celda y restringir su contacto con el exterior?
¿Será tan complicado que el gobierno pueda mantener preso y bien preso al preso del que depende su prestigio?
Lo que urge es corregir lo que está mal, no salir corriendo de El Chapo.