Todo depende de qué tan dispuesto está el presidente de abrir otro frente de batalla, porque tiene la mayoría legislativa para liquidar el horario de verano si es que así él lo decide
Se nota que al actual gobierno no le cuadra eso del horario de verano. Las autoridades responsables de su aplicación difunden el tema porque esa es su obligación, pero evitan cualquier referencia a las ventajas que tiene este cambio anual en la economía y en el aprovechamiento social de la luz del sol.
Vivimos en el hemisferio norte y durante esta época del año aumentan las horas de luz solar, el cambio en los relojes es una simple y humilde adaptación humana a lo que ha sucedido en este planeta durante varios miles de millones de años.
El tiempo es una convención y como tal debe adaptarse a los que más conviene y el horario de ahorro, que ha regido para el verano en la mayor parte del territorio nacional desde 1996, estandariza un aprovechamiento mayor de la luz solar durante la tarde que durante la mañana.
Pero como esos horarios no son un asunto natural sino producto de una decisión de gobierno, históricamente han generado opositores políticos que han encontrado combustible para sus causas personalísimas.
No hay duda de que el horario de verano en México implica un ahorro en consumo de energía, sobre todo para los hogares. Que no se note tanto en el recibo por cambio de hábitos en el verano o por el incremento de las tarifas es otra historia. Pero el rendimiento político a su oposición ha dejado muchos más dividendos.
Una de las batallas que más presencia mediática le dio al actual presidente, después por supuesto del proceso del desafuero, fue su oposición al horario de verano y su pleito con el expresidente Vicente Fox.
López Obrador incluso trató de imponer su propio horario para la Ciudad de México, cuando fue jefe de Gobierno, pero la Suprema Corte se lo impidió y obligó al Congreso a legislar.
Por eso es que hoy la Secretaría del Petróleo. Perdón, la Secretaría de Energía, sólo se limita a informar que, en cumplimiento del mandato constitucional, este domingo 7 de abril inicia el horario de verano en la República Mexicana, a excepción de los 33 municipios de la franja fronteriza norte, Sonora y Quintana Roo.
La indiferencia sobre este tema marca la línea de lo que podría venir para este horario en el futuro.
Todo va a depender de qué tan dispuesto está el presidente Andrés Manuel López Obrador de abrir otro frente de batalla en la discusión política nacional. Todo será un cálculo político. O bien, puede dejarlo pasar y todos bien.
Porque tiene la mayoría legislativa suficiente para liquidar el horario de verano si es que así él lo decide.
Puede este cambio que aplicaremos el domingo sumarse a la lista de las calamidades del neoliberalismo, ese que dicen que ya se terminó. Puede el presidente insistir en el cuento de la imposición de la Bolsa de Valores al horario, puede argumentar daños a la salud. O simplemente puede decir que no se quiere levantar tan temprano para las reuniones y conferencias mañaneras, y se acabó.
Puede elegir una plaza pública para hacer una consulta a mano alzada o bien puede montar otra farsa de consulta, como la que tiró dos cosas: la construcción del aeropuerto y la confianza en su gobierno.
Al final, no habrá una crisis si se termina el horario de verano. Pero tampoco habría razones válidas para su terminación. Simplemente podría ser una víctima más de la destrucción de lo que se ha hecho para usar esas piedras para edificar una supuesta cuarta transformación.