Cuando Donald Trump dice Make America great again, su visión ya no es la del gran hegemón que mediante el poder suave -y a veces rudo- sumaba aliados en el mundo
JUAN RAMÓN DE LA FUENTE,
SECRETARIO DE RELACIONES EXTERIORES:
Los locos controlando el manicomio.
Refrán popular
Qué tiempos aquellos en que EUA pugnaba porque la democracia fuera el régimen político de todas las naciones. Claro, muchas veces “su” democracia no era “la” democracia deseada; tristes fueron las historias de injerencia estadounidense en Chile y Nicaragua, por solo citar un par de ejemplos.
Como quiera que sea, en todos los foros internacionales no había duda de qué lado se iba a colocar EUA. La última vez que la anterior vicepresidenta, Kamala Harris, se presentó en una reunión similar, fue para garantizar que EUA era un socio inquebrantable de la Unión Europea. Hoy ya no es así.
El viernes pasado, J. D. Vance, vicepresidente de EUA, acudió a la Conferencia de Seguridad de Múnich, en Alemania, dejando perplejos a los asistentes. En vez de dedicar la mayor parte de su intervención a la guerra Rusia-Ucrania, interpeló a los líderes ahí reunidos por no seguir el patrón político actual de EUA.
Vance cuestionó a las democracias europeas de centro derecha por no pactar con partidos antiinmigrantes, generalmente de extrema derecha; según el vicepresidente, a estos últimos les asiste la razón al quejarse por la laxitud de los gobiernos europeos. En síntesis, les dijo que no estaban escuchando a sus electorados: “Ningún votante de este continente fue a las urnas para abrir las compuertas a millones de inmigrantes no autorizados”, afirmó.
Y para que no cupiera duda, doctor De la Fuente, ese mismo día J. D. se reunió con el líder de Alternativa para Alemania, conocida por sus consignas nazis. Lo que queda claro es que para Vance apostar por la integración y los derechos humanos es una pérdida de tiempo y de recursos.
También en su gira por Alemania, Vance criticó que las naciones europeas no aporten los suficientes recursos a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a fin de garantizar su propia defensa. Cierto es que EUA es un contribuyente principalísimo a la Alianza, pero también que está en su interés geoestratégico hacerlo; baste recordar que, gracias a la OTAN, EUA dispone de bases militares por toda Europa, para conjuntamente defenderse de Rusia.
El objetivo principal de la reunión de Múnich era dialogar sobre cómo poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, conflicto de muchas aristas. De una parte, la explicación que Vladimir Putin, presidente de Rusia, da para haber invadido Ucrania es que este país busca adherirse a la OTAN. Para Rusia eso es inaceptable, como si Ucrania no fuera un país libre y soberano para tomar sus propias decisiones, con el añadido de que a partir de su independencia de la antigua URSS desmanteló todas las instalaciones nucleares ubicadas en su territorio durante la era soviética. Ucrania está en el peor de los mundos: no tiene armas soviéticas y no tiene defensa de la OTAN.
La semana pasada, el presidente Donald Trump charló por hora y media con Putin, sin tomar en cuenta a Ucrania ni a la Unión Europea. En un movimiento desconcertante, dejó entrever que aceptaría que Rusia conservara una parte del territorio ucraniano como parte del acuerdo de paz; por supuesto, sin tomar en cuenta la opinión de Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania, y el pueblo al cual representa. Tal movimiento cancela la posibilidad de la integración de Ucrania a la OTAN. ¿Por qué Trump entregó a Putin su carta negociadora sin obtener -aparentemente- nada a cambio?
Otra de las malas noticias para Ucrania es que gran parte de los fondos estadounidenses que recibe para su defensa y para sostener el funcionamiento del país provienen de USAID, la agencia que la semana pasada fue intervenida por el inefable Elon Musk y cuyos recursos están congelados por ahora.
Ante tal giro en la política exterior de EUA, Emmanuel Macron, presidente de Francia, convocó a una reunión urgente con sus pares de la Unión Europea; pero, como diría mi abuela, donde uno no quiere, dos no pueden. Y el actual gobierno de Estados Unidos no quiere.
Cuando Donald Trump dice Make America great again, su visión ya no es la del gran hegemón que mediante el poder suave -y a veces rudo- sumaba aliados en el mundo. No, para míster Donald se trata de que EUA sea grande hacia adentro, doblegando al resto del mundo a base de aranceles y sin tantos interlocutores políticos. Le basta hablar con otro igual de autocrático que él y por quien ha mostrado cierta simpatía: el presidente ruso.
A ver si Vladimir Putin le sigue siendo tan grato cuando tome el control total de Ucrania y, en una de esas, de los países vecinos. Por el momento, su miedo se centra en China y lo que esta nación pueda hacer a EUA desde Groenlandia. A saber…
P.D. Le recomiendo ver la película Hillbilly, una elegía rural, basada en un libro autobiográfico de J. D. Vance. La encuentra en Netflix.
Con la colaboración de Upa Ruiz
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