Las actividades delicitivas en Michoacán y en las demás entidades significan mucho dinero, miles de millones de pesos, como para que las bandas den un paso atrás. La lucha contra el crimen organizado va a costar mucha sangre de ambos lados; a ver cuánto aguantamos
LIC. ALFREDO RAMÍREZ BEDOLLA,
GOBERNADOR DE MICHOACÁN:
+ Control: dominio, mando,
preponderancia.
Diccionario de la Real Academia
De pena ajena su salida del velorio de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, acribillado el sábado pasado mientras daba por inaugurada la festividad de las velas a los difuntos. Vaya paradoja. Lo más lamentable es que Manzo no es el primer alcalde ejecutado, sólo era el más vocal y que mayor atención atrajo en medios y redes sociales por su decidido posicionamiento ante el crimen organizado.
Desde que usted es gobernador, otros seis munícipes han sido asesinados. En 2022 fueron ultimados los alcaldes de Aguililla y El Jacal; en 2024 fueron ejecutados los de Churumuco y Cotija; este año, los de Tepalcatepec y Tacámbaro. Además, el presidente municipal de Penjamillo continúa desaparecido.
En corrillos nacionales -y me imagino que en los estatales también- se decía que durante su gubernatura, Silvano Aureoles había permitido el empoderamiento del crimen organizado, después que las distintas bandas tuvieran enfrentamientos entre sí y dejaran a un par de ganadores, entre ellos al Cártel Jalisco Nueva Generación y al grupo local de Los Blancos de Troya. Tal vez Aureoles no actuó con la firmeza requerida, o tal vez no tuvo el apoyo federal necesario, o tal vez las dos, pero lo cierto es que nada ha detenido al crimen organizado en Michoacán.
Desde que Lázaro Cárdenas Batel era gobernador, ha sido enorme la presión de la delincuencia sobre la entidad para conquistar territorios para el tráfico de droga y de personas, así como para el derecho de piso y la tala ilegal. Luego, en el sexenio peñista vino el Plan Michoacán, para meter un poco de orden a las autodefensas, pero no se consiguió pacificar al estado, ni terminar con la extorsión a los productores agrícolas. Y aquí estamos, otra vez, con la misma historia.
A diferencia de Aureoles, usted sí ha contado con el apoyo federal, según lo reportaron ayer los secretarios de la Defensa y de Seguridad y Protección Ciudadana, general Ricardo Trevilla y Omar García Harfuch, respectivamente. La federación ha mandado alrededor de cuatro mil elementos del Ejército y casi cinco mil de la Guardia Nacional; miembros del Gabinete de Seguridad han sostenido reuniones con sus contrapartes estatales “para revisar los avances de la estrategia” estatal, según declaró el general Trevilla el día de ayer. Pese a estos apoyos, como que las cosas no cambian, don Alfredo.
Al asesinato de Carlos Manzo habrá que sumar el de Alejandro Torres Mora, productor de limón de Buenavista, Michoacán, quien fue atacado junto con su esposa en días recientes. El fallecido era sobrino del líder de autodefensas Hipólito Mora, quien fue ultimado hace un año. Los maleantes se parapetaron en el domicilio del agredido para atacar al personal del Ejército que llegó a atender la emergencia, para luego huir por la azotea.
Es claro que Michoacán es un territorio dominado por el crimen organizado desde hace década y media; la entidad ha tenido gobernadores de los tres partidos y ninguno ha logrado contenerlo. Ya sean Los Viagras, Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana, Los Blancos de Troya, el Cártel de la Virgen o el Cártel de Tepalcatepec, por solo citar a algunos, todos siguen operando como si nada.
A veces dominan unos y, después de enfrentamientos, dominan otros. Unos se dedican al narcomenudeo, otros al trasiego, algunos más a la extorsión y hasta a labores de grupos de choque; otros más a todo lo anterior. El caso es que en 2024, Michoacán ocupó el noveno lugar nacional en homicidios dolosos, tanto por el número de eventos (mil 246), como por la tasa por cada 100 mil habitantes (25.20).
Los asesinatos de Carlos Manzo, de los otros seis munícipes y de los productores Alejandro Torres Mora y de Bernardo Bravo demuestran hasta donde está dispuesto a llegar el crimen organizado. El homicida de Manzo, como lo hizo notar García Harfuch, sabía que en el mejor de los casos tenía altas probabilidades de ser arrestado y en el peor de ser abatido. Así son de desechables los sicarios al servicio del crimen organizado. Para eso paga y sigue adelante.
La pregunta que todos tememos contestar es cuál es el mensaje que deja el crimen organizado con los dos asesinatos recientes y que ocurrieron pese a que ambos personajes gozaban de guardias personales. ¿Acaso será que nadie debe interferir con el mando que los delincuentes tienen sobre los territorios? En fin, que ninguno parece estar a salvo en Michoacán. Y para el caso, tampoco en Guerrero, Sinaloa, Colima y Guanajuato.
Las actividades delicitivas en Michoacán y en las demás entidades significan mucho dinero, miles de millones de pesos, como para que las bandas den un paso atrás. La lucha contra el crimen organizado va a costar mucha sangre de ambos lados; a ver cuánto aguantamos.
Con la colaboración de Upa Ruiz
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