Se extrañó, al menos yo lo extrañé, un pronunciamiento claro y rotundo de política exterior
“Hoy como ayer deben entenderlo
los conservadores,
los peones de intereses extranjeros
y los pusilánimes: para el pueblo,
la formación de riqueza no es desarrollo.
Gobernar no es tan sólo administrar servicios
y repartir beneficios.”
Luis Echeverría Álvarez,
Último Informe de Gobierno, Septiembre 1, 1976.
“Este es el momento estelar
de nuestra historia-
Tenemos el plan social
más grande de la historia”
Claudia Sheinbaum Pardo,
Primer Informe de gobierno, Septiembre 1, 2025
La señora presidente, ayer, al inicio de su gran perorata primera, dizque informe de labores del primer año de su presidencia, afirmó “no vengo a rendir cuentas con palabras vacías, sino con resultados”. Inmediatamente después, para ofrecer constancia del mayor de los logros obtenidos, citó que entre 2018 y 2024 el número de pobres mexicanos se redujo en un 13.4%.
Esos años son el sexenio de Lopitos, quien es el verdadero presidente de México en modo home office. Doña Claudia, de todos mis respetos, es una leal y más o menos eficiente encargada de un despacho que le queda grande.
Dicho de otra manera, a mí los informes pesidenciales me vienen guangos. De López Mateos para acá todos lo he leído, algunos escuchado en la radio, otros seguido por televisión y un par de inevitables, en persona. Todos son iguales; lo único que les hace diferencia es la duración. Echeverría es campeón en eso, sembrándonos a todos la duda sobre la sonda que sin duda alguna unía su vejiga a algún exterior. Indudablemente, a este patrón escapa el último informe del otro López, en el que se sacó de la manga la estatización de la banca y desmadre que siguió. Ese fue un informe, no mamadas.
Pero ese no es el tema. Ayer Doña Claudia redujo su participación -y se agradece- a poco más de sesenta minutos, en los que celebró la realización y eficiente operación del Tren Maya, anunciando su extensión al puerto de Progreso, que merece mejor atención, y algún otro avance que Lopitos quiera adjudicarse.
Lo demás fue el masacote de siempre, una sucesión de cifras incomprensibles, indocumentadas y normalmente increíbles, sobre el número de escuelas, hospitales, caminos vecinales y baches, que es lo que está de moda, realizados.
Se extrañó, al menos yo lo extrañé, un pronunciamiento claro y rotundo de política exterior.
El mundo anda haciendo malabares con temas como Ucrania, el sitio de Venezuela, el genocidio de Gaza, Trump y compañía o la migración indeseada del Maghreb a Europa occidental, que requieren que los países serios tengan una postura por parte de un jefe de estado. Desde luego, cuando ese país tiene una postura o un jefe de estado. A nivel internacional, Lopitos ya dejó claro que le tiene miedo a los aviones. Y a las definiciones.
Andrés Manuel López Obador rindió un suscinto y claro informe de sus labores al través de interpósita persona. No hay nada que objetar. Por si a alguien no le ha quedado claro el mensaje de AMLO de ayer, la señora Caudia dió por terminada “la oscura noche neoliberal en México”. Supongo que debemos darle la bienvenida a la luminosa alborada de la transforma4. Además, por ahí anda una novedosa frase, prodigio de la retórica: “que se oiga bien, fuerte y lejos, la cuarta transformación no solo continúa sino que se profundiza, se arraiga en el pueblo con más fuerza que nunca; es decir, la transformación avanza”.
¿Se necesita documentar más la continuidad del lopezobradorismo?
PILÓN: PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): El domingo ví la maratón espectacular de la Ciudad de México.
Tuvo sus resultados previsibles, los odiosos kenyanos, egipcios o sólodiosabeque son. Los demás, son paisaje.
Sólo que uno de los participanes en la categoría de “especiales”, se encontró con uno de los millones de baches en el recorrido. Su vehículo, resultante de la cruza de un triciclo y una silla de ruedas. Topó, volcó, perdió una rueda y el atleta, que quería continuar, no terminó la justa.
Vimos el accidente y su repetición en la tele. Nos dijeron que la reposición del vehículo cuesta unos quinientos dólares. La frustración del deportista no tiene precio.
Lo que todavía no escucho es que la autoridad de la Ciudad de México, los organizadores del torneo -que seguramente tienen contratado un seguro contra este tipo de percances- o alguno de los patrocinadores que ponen anuncios de sus productos en salida, meta y todo el trayecto, se haya comprometido a compralre una silla nueva, darle una compensación por sus lesiones y un reconocimiento por su bravura al hoy triste hombre. De perdis.
¿Qué chingados esperan? ¿Es que solamene hay que decirle: arriba y adelante?