Afecto a los pizarras, los marcatextos y las ilustraciones, Ricardo Anaya Cortés presume, sobre todo, de ser estratega. Y más, de dominar la Teoría de Juegos. El abogado queretano nunca rompe su guion. Para acudir a los encuentros convocados por Joaquín López-Dóriga o Carlos Loret, suspende actividades el día anterior y simula los debates, ensaya … Continued
Afecto a los pizarras, los marcatextos y las ilustraciones, Ricardo Anaya Cortés presume, sobre todo, de ser estratega. Y más, de dominar la Teoría de Juegos.
El abogado queretano nunca rompe su guion. Para acudir a los encuentros convocados por Joaquín López-Dóriga o Carlos Loret, suspende actividades el día anterior y simula los debates, ensaya ante cámara y memoriza las líneas discursivas que le entregaron sus asesores.
Anaya es el mismo que hace una década sorprendió a la cúpula panista por su meticulosidad y su capacidad de trabajo. Muchos lo admiran por haber completado su posgrado al mismo tiempo que atendía la oficina del gobernador Francisco Garrido (aunque a menudo usara el helicóptero oficial para llegar a sus clases).
Sus intercambios con Manlio Fabio Beltrones y Enrique Ochoa Reza, pero sobre todo sus mensajes en las redes sociales en inglés y francés, lo han vuelto de un personaje relevante, porque junto con AMLO ha sabido materializar el sentimiento antisistema. El antipeñismo.
Pero Anaya tiene enemigos dentro y fuera del campo opositor. No le perdonan haberse puesto en el centro del Frente Por México y aprovechar las ventajas del sistema vigente para colocarse como el aspirante panista mejor posicionado en la carrera presidencial.
Es el manejo de la Teoría de Juegos, presumen los anayistas. Las definiciones del doctor Schelling no admiten dudas. Es “el estudio de modelos matemáticos de conflicto y cooperación entre tomadores de decisiones racionales”.
Pensar estratégicamente —dicen los buenos alumnos de Schelling— es resolver problemas de manera vicaria; analizar desde el punto de vista del adversario y usar todo lo que se pueda saber sobre las preferencias de la otra persona. Decidir, en suma, qué hará la otra persona considerando sus metas valores y decisiones.
Esquemático, sin exponerse a los errores, Anaya personifica al político mexicano del siglo XXI: estudioso, más que intuitivo; disciplinado —una de sus reglas, por ejemplo, es no conceder entrevistas “banqueteras”—; con una frialdad que muchos confunden con impavidez y una hoja de ruta que no admite desviaciones o atajos…
Sin la viremia de Enrique Ochoa ni el pragmatismo de Miguel Ángel Mancera, el jefe panista se ha convertido en el principal enemigo del aparato peñista. “Traición”, es la palabra que utilizan para describir la ruptura, y que en buena medida se explica en los ajustes ocurridos en el gabinete presidencial hace un año.
Una burda ofensiva mediática, según Anaya, es la principal evidencia de que la cúpula peñista decretó su exterminio político. Los ataques —insisten los anayistas— se extenderán a su primer círculo, incluido Santiago Creel y Gustavo Madero.
Además del padrinazgo de Creel, el joven estratega cuenta con un war room donde se leen las encuestas de Jorge Buendía, se atienden las pautas digitales de Andrea de Anda y se filman spots con la casa productora de Víctor Pico Covarrubias; todos bajo el mando de Roberto Trad, quien hace seis años colaboró en la campaña presidencial de AMLO y en el camino consiguió clientes priistas, hasta que Alejandra Sota se atravesó en su camino.
El pasado fin de semana, Anaya se colocó en la antesala de la nominación del Frente opositor. El Consejo Nacional del PAN lo autorizó para concretar una coalición que también involucre al PRD y al Movimiento Ciudadano, cuya cúpula también aceptó los términos negociados por Alejandro Chanona y Dante Delgado.
En el sol azteca, las corrientes que respaldan al jefe de Gobierno frenaron la intentona de Nueva Izquierda para refrendar el acuerdo. Las diferencias ideológicas enmascaran la verdadera oposición de los manceristas: el método de selección del abanderado frentista.
Ni la elección abierta ni el formato “híbrido” entran dentro de la estrategia definida por los anayistas, quienes saben que Moreno-Valle podría seguir los pasos de Margarita Zavala y aceptar la candidatura presidencial de Nueva Alianza, más adelante.
La ex primera dama, el exgobernador de Puebla y el jefe del Gobierno de la CDMX —quedó comprobado— harán causa común para evitar que el jefe nacional del PAN imponga su candidatura. Pero la cúpula del partido naranja y Los Chuchos van con Anaya, bajo el argumento de que mientras sea “genuino y democrático”, cualquier método legitimará al abanderado opositor. Y que una plataforma antisistema los hará conquistar el respaldo del electorado.
EFECTOS SECUNDARIOS
APUNTALADOS. Luego de meses sin recibirlo, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, atendió a Enrique Fernández Fassnacht justo el día que expiraba su mandato al frente del Instituto Politécnico Nacional. Era —lo tenían claro ambos— una audiencia de despedida. Y de agradecimiento, pues el titular de la SEP reconoció el trabajo del exsecretario de la Anuies en este periodo de transición y lo emplazó a prepararse para una nueva encomienda. Mario Alberto Rodríguez Casas es el primer director de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas que alcanza el máximo cargo politécnico, pero más que sus méritos en el área de la salud, se le reconoce por su cercanía con el exdirector, Enrique Villa Rivera, quien a su vez preserva más nexos e influencia con Bucareli que con Argentina. El nuevo titular del IPN, por lo demás, tendrá que encarar la tarea de convocar sin dilaciones al Congreso Extraordinario y —más difícil— encausar la reconstrucción de los edificios y talleres afectados por los sismos.