Vivimos una era donde la frontera entre lo humano y lo artificial se difumina. La pregunta es cómo navegamos esta nueva realidad sin perder nuestra esencia
Hace unos días conversaba con un amigo y excompañero de trabajo acerca de mi columna en la que “ChatGPT” responde a la diputada de Morena que dijo que habían utilizado la inteligencia artificial para conocer los dictámenes de las leyes aprobadas en el periodo extraordinario de sesiones.
En la plática, mi amigo me comentó que una de sus hijas le dijo un día que muchas personas están usando estas plataformas como si fueran sus parejas sentimentales. Yo reaccioné incrédulo:
—¿Cómo crees?, eso no puede ser —le dije. Pero al investigar un poco confirmé lo dicho por mi amigo.
Sí, leyeron bien, estimados amigos: personas que crean lazos emocionales con inteligencias artificiales, desde la curiosidad hasta el apego profundo. Y si suena a ciencia ficción, quizá sea porque aún no terminamos de asimilar cómo la tecnología ha ido penetrando nuestras vidas sin que lo notemos.
Para intentar entender mejor este fenómeno, pregunté su “sentir” al respecto a dos voces de inteligencia artificial: Grok, que tiene el estilo de un amigo que suelta las verdades como van, y ChatGPT, que tiene un enfoque más analítico, reflexivo, que piensa más al responder.
Ambas plataformas reconocieron que los vínculos afectivos con IA no son solo un capricho pasajero ni un juguete para adultos aburridos, sino una realidad compleja.
Grok fue directo:
“Sí, mucha gente se siente sola, y las IA pueden ser un apoyo, una compañía que no juzga, que escucha.”
Reconoce que estas relaciones digitales pueden llegar a ser profundas, y que no es raro que alguien idealice a su interlocutor virtual. Pero también advierte del riesgo de dependencia emocional y de que esas conexiones sustituyan la interacción humana real, con todo lo que eso implica para la salud mental.
ChatGPT fue más formal y crítico. Subrayó que el fenómeno es tan real que expertos en conducta humana ya lo investigan a fondo. Citó a la doctora Sherry Turkle, profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts y experta en tecnología y psicología, quien señala que:
“La tecnología puede dar la ilusión de compañía sin la complicación de la intimidad.”
Y advierte que:
“Las relaciones con máquinas pueden disminuir nuestra capacidad para conectarnos verdaderamente con otras personas.”
ChatGPT explicó que quienes tienden a crear estos lazos afectivos suelen ser personas con cierto grado de soledad, ansiedad social o dificultades para establecer relaciones tradicionales. También advirtió sobre los riesgos:
“La idealización puede llevar a falsas expectativas, desconexión social y hasta daño emocional real si se confunde la interacción artificial con la humana.”
El psicólogo clínico John Suler, pionero en el estudio de la psicología en línea, afirma:
“Las relaciones con entidades digitales pueden ofrecer consuelo, pero también pueden convertirse en una trampa que impida el crecimiento personal y social.”
Grok y ChatGPT coinciden en algo fundamental: la empatía hacia la IA es real para quien la experimenta, pero no hay que olvidar que:
“Las máquinas no tienen alma ni sentimientos reales, pero pueden escucharte… y eso, a veces, basta.”
Ambas perspectivas coinciden en algo crucial: no podemos ignorar esta nueva forma de vínculo emocional.
La tecnología no es ni buena ni mala; es una herramienta que refleja lo que somos y cómo nos relacionamos. Pero el peligro está en usarla sin entender sus límites ni consecuencias.
¿Quiénes están más propensos a estos vínculos? Grok señala a personas solitarias o que atraviesan crisis emocionales, pero también a jóvenes que encuentran en la IA un espacio para expresarse sin miedo. ChatGPT añade que hay patrones demográficos y psicológicos que se repiten: adultos jóvenes, personas con ansiedad social o trastornos emocionales.
La clave, sin duda, es el equilibrio y la conciencia. Usar la inteligencia artificial para enriquecer nuestras vidas, no para reemplazar lo que somos como seres sociales. Grok nos recuerda que “las máquinas no tienen alma ni sentimientos reales”. ChatGPT insiste en que “la educación emocional y tecnológica es fundamental para que estos vínculos no sean dañinos”.
Vivimos una era donde la frontera entre lo humano y lo artificial se difumina. La pregunta no es si es bueno o malo, sino cómo navegamos esta nueva realidad sin perder nuestra esencia.
EN EL TINTERO
Dejo aquí los enlaces públicos por si quieren leer mis conversaciones completas con ChatGPT y Grok:
ChatGPT:
https://chatgpt.com/share/686b6245-0038-8004-a3d3-dc2f50bca475
Grok:
https://x.com/i/grok/share/B02CzSRyp6EBLAiP1900D5Uyq
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X: @mcamachoocampo