* Mañana se definirá al candidato presidencial del oficialismo; gane quien gane habrá crisis * Nada garantiza que los cinco precandidatos perdedores apoyarán a la elegida o al elegido * Verdad irrefutable: López Obrador y su dedito deciden todo en el país y en su partido PRIMER ACTO.- El morenismo se acerca … Continued
* Mañana se definirá al candidato presidencial del oficialismo; gane quien gane habrá crisis
* Nada garantiza que los cinco precandidatos perdedores apoyarán a la elegida o al elegido
* Verdad irrefutable: López Obrador y su dedito deciden todo en el país y en su partido
PRIMER ACTO.- El morenismo se acerca a la hora de la verdad. Mañana miércoles en la tarde-noche sabremos quién será ungido como su candidata o candidato a la Presidencia de la República para la elección del año próximo. Sin embargo, más allá del momento o más allá de la coyuntura, lo que verdaderamente obliga al análisis es el llamado “día después” porque, con todo y que el presidente López Obrador y sus seis muchachos, sus “corcholatas”, juraron y perjuraron que una vez concluida la contienda interna del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) prevalecerá la unidad y la camaradería, cierto es que ya nada volverá a ser como antes entre todos ellos, pues si algo quedó en evidencia a lo largo de las últimas semanas es que entre los cuatro grandes consentidos del Presidente (Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal) y los dos pegostes (Gerardo Fernández y Manuel Velasco) que se agregaron existe todo menos unión y simpatía. Resumiendo, el corcholatour le generó a Morena un desgaste y un divisionismo innecesarios cuyas consecuencias apenas empezaremos a conocer a partir de mañana. Paradójicamente, el morenista número 1 del país (López Obrador) y las dos figuras principales del organigrama guinda (Mario Delgado y Citlalli Hernández) jamás previeron la implosión que se detonará una vez que se tenga el resultado final de la encuesta. Ciertamente, se ve difícil que alguno de los tres o entre los tres puedan diseñar e implementar un control de daños asertivo y atingente para tranquilizar a los cinco que resulten resultados.
SEGUNDO ACTO.- Todos lo sabemos, en política forma es fondo y ciertamente todo este proceso de selección al interior de Morena desde un principipo generó más dudas que certezas. Desde un inicio estaba viciado, cargado y definido no por una encuesta, nino por el dedo presidencial. ¿Qué necesidad tenía el presidente López Obrador de echar a pelear a sus cuatro operadores políticos más importantes? ¿Para qué? ¿Para demostrar por enésima ocasión de que sólo sus chicharrones truenan y que él y sólo él decide a qué son se va a bailar al interior del partido del que es creador y propietario? Desde su soledad y su introspección, ¿acaso el Presidente ya presupuestó que muy probablemente los arreglos que alcanzó con sus cuatro “corcholatas” principales en aquella cena en el restaurante “El Mayor” del Centro Histórico de la Ciudad de México, el pasado 5 de junio, no serán acatados y respetados por todas las partes involucradas? Al calor de como se dieron las cosas en estas últimas semanas, es un hecho que en estos momentos, a unas horas de que se conozca al ganador o la ganadora del proceso interno de Morena, hay quien está inconforme, decepcionado, molesto y se siente ignorado, desplazado e incluso engañado.
¿CÓMO SE LLAMÓ LA OBRA?- En Palacio Nacional y en Morena están acostumbrados a ver la paja en el ojo ajeno y a ignorar la viga que les atraviesa el propio. Tan es así que, en lugar de preocuparse seriamente por corregir los fallos y omisiones de su proceso de selección interna; prefirieron destinar tiempo, dinero y esfuerzo en desestimar y menoscabar lo que hicieron los de enfrente, los del “Frente Amplio por México”, quienes aunque fuera a gritos y sombrerazos lograron, con sus propios fallos y omisiones, cumplir con el trámite de elegir y definir a su propia candidata. A ellos les tomó tan sólo unas cuantas semanas para agruparse y, a su manera, soltar el humo blanco desde su trinchera. Por su parye, con los del ahora partido hegemónico, con los del oficialismo, a pesar de que adelantaron en forma por demás anticipada el tema de la sucesión presidencial, es la hora en la que todavía no se ponen de acuerdo.
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