El expresidente Felipe Calderón y el presidente López Obrador se han enfrascado en una lucha de dimes y diretes que por respeto a la sociedad mexicana jamás debería de haberse dado
Antes de entrar al tema principal deseo aclarar que el encabezado de mi columna del pasado jueves: “Videgaray, chivo expiatorio de lujo”, no tuvo la intención de, ni siquiera insinuar, una exoneración del exfuncionario del gobierno de Peña Nieto de su presunta culpabilidad en el caso Lozoya. La denominación “chivo expiatorio”, utilizada por mí, es la que el diccionario de María Moliner define: “Individuo al que se le cargan las culpas de las cosas malas que ocurren”. Esto es con independencia de su inocencia o responsabilidad. El uso le ha dado al término la connotación de un inocente que paga por un culpable. Debí pensar en este significado y no usar la expresión. Nada más lejos de mi deseo que eximir de sus culpas a los depredadores de la nación.
El expresidente Felipe Calderón y el presidente López Obrador se han enfrascado en una lucha de dimes y diretes que por respeto a la sociedad mexicana jamás debería de haberse dado.
Debido al encarcelamiento en Estados Unidos del exsecretario de Seguridad (2006-2012), Genaro García Luna, acusado de colaborar con el Cártel de Sinaloa, al tabasqueño se le ocurrió decir –sin medir la trascendencia de sus palabras– que durante el período de Calderón el país se convirtió en un narco-Estado –“quienes tenían a su cargo combatir a la delincuencia estaban al servicio de ella”. Esto prendió al michoacano que reviró manifestando que él no saluda a la mamá del Chapo, ni ha liberado a ningún criminal; por el contrario, en su gestión extraditó a EU a 25 de los 34 criminales más buscados. (¿Los otros nueve eran del Cártel de Sinaloa?). AMLO contestó que volvería a saludar –ahora con sana distancia– a una anciana y que liberar al hijo del Chapo fue para evitar la muerte de cientos de personas, puesto que la amenaza de atacar a la población civil si no dejaban libre a Ovidio fue contundente.
Se nota que Calderón no aplica el dicho que dice “para tener la lengua larga hay que tener la cola corta”. Tiene varios cadáveres en el clóset que al parecer se le han olvidado. Ejemplos: La masacre de Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, el 31 de enero del 2010 cuando estudiantes, entre 15 y 20 años, fueron masacrados por narcotraficantes, con un saldo de 15 muertos y 10 heridos. Don Felipe, a la ligera, declaró que fue una lucha entre pandillas lo que suscitó la indignación de los padres de las víctimas. Un mes después de la masacre, el presidente Calderón visitó Ciudad Juárez donde hubo muestras de repudio para él, que fueron reprimidas por la fuerza de seguridad.
Otras matanzas, todavía más cruentas y sin resolver, ocurridas en su sexenio: las de San Fernando, Tamaulipas. La primera entre el 22 y el 23 de agosto del 2010 y la segunda el 6 de abril del 2011. En la primera perdieron la vida 72 migrantes, y en la segunda 193 a manos del Cártel de los Zetas.
El ganador de la elección presidencial del 2006, por un margen de 0.56%, no se cansa de decir que él nada sabía del contubernio de su secretario García Luna con el crimen organizado. Esto es, se pasó seis años sin siquiera sospechar de cómo lo engañaba su subalterno. La otra posibilidad es que el subordinado haya sido cómplice del mandatario. Cualquiera de las dos cosas son escandalosas. El presidente cómplice de su colaborador o el mandatario chamaqueado por su “hombre de confianza”. ¿Ustedes qué creen?
Memes de la pandemia
Estoy a tres kilos de salir en el especial de “Grandes Mamíferos” de National Geographic.
Para frenar el coronavirus mastique dos cabezas de ajo todos los días. Al virus no le hace ni madre pero mantiene a los demás alejados dos metros de usted.
Que no te dé miedo el virus, agarraste cosas peores y les decías “mi amor”.