Desde entonces, Adán Augusto inició un ciclo electoral que lo llevó a San Lázaro, al Senado y finalmente a la gubernatura de Tabasco
Junto con el bajacaliforniano Jaime Bonilla y el chiapaneco Rutilio Escandón y el tabasqueño Adán Augusto López Hernández formaba la triada de gobernadores consentidos de Andrés Manuel López Obrador. Con ellos y Claudia Sheimbaum, emprendería la consolidación de la Cuarta Transformación. El efecto AMLO había generado una cascada de votos en esas cuatro entidades y serían los territorios —junto con Veracruz— donde germinarían los frutos del morenismo.
Los gobernadores morenistas del sureste gozan —a diferencia de Bonilla o del veracruzano Cuitláhuac García— de una cercanía con el huésped de Palacio Nacional que remonta dos décadas. Pero López Hernández reúne cualidades que lo perfilan como protagonista inevitable en la sucesión del 2024: además del paisanaje, al Ejecutivo federal lo vincula una cadena de encargos cumplidos que lo han hecho merecedor de la máxima confianza.
Esa cadena de eventos arrancó hace dos décadas. AMLO había decidido buscar la Jefatura del Gobierno capitalino en 1999, mientras el madracismo había tomado el control de los aparatos institucionales en Tabasco, donde también se renovaría la gubernatura. Si el exdirigente nacional del PRD hubiera querido competir en su entidad, una eventual victoria dependía de aliarse con el PAN, pero eso estaba descartado pues a nivel federal Cuauhtémoc Cárdenas y Vicente Fox no llegaron a un acuerdo para competir contra el priista Francisco Labastida en las elecciones presidenciales del 2000.
La gubernatura en aquella entidad del sureste se renovaba dos meses después de la elección federal y entonces el sol azteca nominó al exdiputado priista César Raúl Ojeda Zubieta, empresario con inversiones importantes en ganadería y hotelería que simpatizaba con el cardenismo. El PRI registró a Manuel Andrade Díaz, quien ganó, pero no pudo tomar posesión porque el entonces Tribunal Federal electoral anuló las elecciones que impugnó la entonces dirigente perredista, Amalia García Medina. El panista Vicente Fox apenas llevaba tres semanas como presidente de México y su secretario de Gobernación, Santiago Creel, debía resolver esa crisis política.
El perredismo reclamó piso parejo para la repetición de los comicios y quiso evitar que los madracistas quedaran a cargo del gobierno interino como en 1999, cuando Madrazo entregó anticipadamente el poder a Víctor Manuel Barceló. La lideresa perredista se inclinó —en una jugada sorpresiva en ese momento— por el exsecretario general del PRI, Adán Augusto López Hernández, aunque también estuvo entre los prospectos Guillermo Narváez Osorio. Los foxistas pactaron con el PRI una opción “de consenso”, que fue el magistrado Enrique Priego Oropeza.
El trasvase de priismo tabasqueño a la causa lopezobradorista no había fructificado. Ni siquiera en 1994, cuando el líder social sufrió su primera y única derrota como candidato, había concitado simpatías entre la clase política que entonces dominaba Tabasco. Algunos recordaban su etapa rebelde cuando encabezó al partido, mientras Enrique González Pedrero estuvo al frente de la gubernatura, una década antes, y otros se quejaban de la “industria de la reclamación” que propició los bloqueos a los pozos petroleros.
El modelo de partido-movimiento tuvo entonces una primera expresión en Tabasco. Y al madracismo como primer dique de contención. Dentro del PRI hubo cuadros políticos desplazados —entre ellos Humberto Mayans y Arturo Núñez Jiménez— y algunos se integraron al grupo político José María Pino Suárez, que mantuvo sana distancia con López Obrador con la conciencia de que trascender al madracismo era una causa superior. La repetición de la campaña por la gubernatura de Tabasco tuvo a los mismos protagonistas y una notoria injerencia de Carlos Ahumada Kutz. No obstante, Andrade Díaz volvió a ganar y en el 2002, el empresario argentino y el exabanderado perredista a la gubernatura de Tabasco se asociaron para comprar la rotativa que Miguel Cantón Zetina había instalado en el DF. México Hoy, en el que se involucraron los periodistas Carlos Ramírez y Miguel Badillo, se convirtió en El Independiente.
En el 2003, luego del ajuste al interior del perredismo que llevó fuera de las filas de ese partido a René Bejarano y Rosario Robles, se registró el punto de inflexión: el perredismo tabasqueño cerró filas con López Obrador y Ojeda Zubieta construyó una red de contactos con los priistas antimadracistas que terminó por sumar a la causa a Adán Augusto, en primera instancia, y después a Núñez Jiménez. Esa historia tuvo un desenlace exitoso gracias a los buenos oficios de Rosalinda y Silvia López Hernández, quienes habían colaborado en las primeras campañas del PRD por la gubernatura.
En el 2006, la coalición por el Bien de Todos —que involucró al PRD, al PT y al partido Convergencia— postuló a AMLO a la presidencia y a César Raúl Ojeda nuevamente lo postuló a la gubernatura de Tabasco, mientras que Núñez Jiménez y Rosalinda López Hernández fueron compañeros de fórmula a la Cámara alta, mientras que Adán Augusto alcanzaría una diputación local bajo las siglas del sol azteca, en preparación a lo que era su anhelo en aquellos años: ser alcalde de Villahermosa, lo que finalmente nunca cumplió.
Desde entonces, Adán Augusto inició un ciclo electoral que lo llevó a San Lázaro, al Senado y finalmente a la gubernatura de Tabasco.
Los tres hijos del notario Payambé López Falconi se habían mantenido prudentemente al margen de la política hasta que Ojeda Zubieta buscó la gubernatura. Rosalinda aceptó ser candidata del PRD a una diputación local en el 2000 (sin éxito) y su hermana Silva estuvo a cargo de las finanzas del candidato perredista. No escapa el detalle de que el nuevo secretario de Gobernación es cuñado del gobernador chiapaneco y del ex senador Humberto Mayans Canabal, descendiente del ex gobernador Tomás Garrido y compañero de AMLO en el gabinete de Leandro Rovirosa.
Todos, ex priistas. Todos, experredistas. En medio, Mayans y la exdiputada priista Lorena Beauregard aceptaron integrarse al equipo del gobernador Andrés Granier Melo, el último gobernador que tuvo el PRI en aquella entidad. Además de esos atributos, Adán Augusto López Hernández tiene nexos firmes —familia es familia— con los dirigentes del PVEM en el sureste del país. Y llega al gabinete por la puerta grande, tras de desdeñar la dirección general de Pemex, donde un ajuste a primer nivel estaría en ciernes.