Puede ser que en los mercados se ha descontado que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte va. Y por esa razón los inversionistas empiezan a fijarse en el otro gran tema que atrapa la atención del mercado mexicano: las elecciones del 1 de julio. Eso suena muy bien cuando se mezcla en … Continued
Puede ser que en los mercados se ha descontado que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte va. Y por esa razón los inversionistas empiezan a fijarse en el otro gran tema que atrapa la atención del mercado mexicano: las elecciones del 1 de julio.
Eso suena muy bien cuando se mezcla en una probeta el componente de operación cambiaria con los temas políticos. Pero en la frenética vida diaria de las operaciones financieras, el peso mexicano mostró resistencias para continuar con su recuperación frente al dólar, pues había llegado el momento de hacer algunas ganancias con su recuperación.
No hay que minimizar la bomba de tiempo que para los mercados financieros implica que pudiera ganar Andrés Manuel López Obrador las elecciones presidenciales.
Sus planes confesados de destruir la estabilidad, vía la destrucción de la obra avanzada del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, o el bloqueo ejecutivo de la reforma energética, o los gastos excesivos que necesariamente distorsionarían las finanzas públicas, son más que indicios, certezas de que habrá una descomposición de la estabilidad económica y nadie quiere estar en ese caos.
Pero es todavía temprano para cubrirse de esas calamidades, sobre todo cuando los instrumentos financieros mexicanos siguen dando buenos rendimientos y con una seguridad aceptable hasta hoy.
Tampoco hay que perder de vista que si, efectivamente, se logra cerrar un acuerdo satisfactorio entre México, Estados Unidos y Canadá, habrá una nueva apreciación cambiaria en la medida en que se restablezca el flujo de inversiones que hoy se ha detenido ante la incertidumbre.
Pero por lo pronto el peso se recuperó hasta que no pudo más, ya no tuvo fuerza para romper el piso de los 18 pesos por dólar y cuando los participantes del mercado notaron que no daba para más la apreciación, empezaron a comprar dólares. El vecino vio que el dólar ya no estaba en 18.00 sino en 18.10 y tomó la misma decisión. El de junto optó por comprar antes de que alcanzara los 18.20 y así se armó la cadena especulativa del cierre de la semana pasada.
Así funciona ese y otros tantos mercados, pero al tipo de cambio le ponemos una atención especial. Por eso duele ver los dólares al menudeo de vuelta en los 19.
En este juego hay un réferi que tiene una bolsa llena de dólares para que si repentinamente son muchos los que quieren dólares al mismo tiempo, pueda ofrecerlos en una cantidad suficiente como para evitar que esta escalada lleve la cotización a niveles de escándalo.
Ese árbitro es la conjunción de la Secretaría de Hacienda y el Banco de México en la Comisión de cambios. No se meten en cualquier “cascarita” como la del jueves y viernes pasado, pero sí deben estar atentos al comportamiento de los grandes tiburones que siempre acechan los mercados.
La elección presidencial está muy lejos de estar resuelta, por lo que no es para nada prudente ni responsable anticipar cierto comportamiento de los mercados. La bajada incluye desde una devaluación importante como anticipo a una crisis económica segura. O una apreciación importante del peso que aplauda la alternativa de la estabilidad. Esa es la decisión electoral en puerta.