Suspender el dominio de esos reinos criminales sobre pueblos y ciudades de México es la tarea histórica de esta generación
Me topé en las redes con un pasaje de Agustín de Hipona, más sencillamente conocido como San Agustín, escrito hace mil 600 años, pero de una imperativa actualidad.
Habla Agustín ahí de la lógica de las asociaciones criminales y de cómo se expanden, si no encuentran resistencia, hasta volverse “reinos”.
Traté de encontrar en qué obra de Agustín está el pasaje, probablemente en su Ciudad de Dios, pero no pude hallarlo ni saber exactamente el contexto en que estaba dicho esto sobre “los ladrones”.
No importa, creo, el texto habla solo, se explica solo y no necesita precisiones bibliográficas.
Se los dejo aquí como una una nota de actualidad sobre México, la cual podría cabecearse siguiendo un poco el título de esta columna: “Exclusiva: lo que opina Agustín de Hipona sobre el crimen en México”
El pasaje dice así:
¿Qué son las bandas de ladrones sino pequeños reinos? También una banda de ladrones es en efecto una asociación de hombres, en la que hay un jefe que manda, en la que se reconoce un pacto social, y el reparto del botín está regulado por acuerdos previamente establecidos. Si esta asociación de malhechores crece hasta el punto de ocupar un país y establecer en él su sede, sometiendo pueblos y ciudades, asume el título de reino. Título que le es asegurado no por la renuncia a la codicia, sino por la conquista de la impunidad.
México no se ha convertido en “un reino” criminal, pero es el territorio de expansión de varios pequeños y no tan pequeños reinos criminales, adueñados de fragmentos del país que ya no le pertenecen a los ciudadanos, ni a sus gobiernos, sino a las bandas que tienen dominio sobre ellos.
México es un país con muchos reinos criminales en su geografía, reinos de los que no podemos esperar, como dice Agustín, “la renuncia a la codicia” sino el propósito de conservar y ampliar su impunidad.
Suspender el dominio de esos reinos criminales sobre pueblos y ciudades de México es la tarea histórica de esta generación.
O resignarse a ver que los reinos criminales crezcan hasta ocupar todo el espacio que antes era nuestro.