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Cuando se sacrifica el contenido y la esencia de los eventos por lo novedoso se anula toda posibilidad de éxito. Así sucedió en la inauguración de los XXXIII Juegos Olímpicos de París, con una ceremonia cuyos significados eran desconocidos para la mayoría de los espectadores, que cada día son menos, porque los matices políticos e ideológicos que ha adoptado la organización de dichos juegos prevalecen ante el sentido de armonía mundial que fueron parte importante de su práctica.

En realidad, los Juegos Olímpicos han sido rehenes de la política mundial desde su restitución como escenario mundial el 6 de abril de 1896, cuando se retomaron los antecedentes de Atenas, y se llevaron a cabo en esa misma ciudad, donde desde el año 776 antes de nuestra era se realizaban como un espectáculo que mostraba a los competidores su superioridad, dependiendo de su origen y forma de ser.

Los llamados Juegos Olímpicos modernos se celebran cada cuatro años, aunque las circunstancias han suspendido esta tradición en tres ocasiones, en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, en 1940 y 1944, por la Segunda Guerra. En 2020 se postergaron un año a causa de la pandemia que invadió al planeta.

Desde 1964 existe la costumbre de excluir países de su participación, en 1964 y 1992 se excluyó a Sudáfrica por su política discriminatoria del apartheid. En 2000 se le prohibió participar a Afganistán, por conductas autoritarias de los talibanes. En 2004 se vetó también a Irak. Es decir, se les prohíbe participar a los enemigos de los países que forman parte de la OTAN, como sucedió este año con Rusia, Bielorrusia y Guatemala.

Ahora, la exclusión no solo es política sino religiosa, espiritual como si se tratara de borrar la identidad de los espectadores. La nacionalidad, las creencias religiosas, su fe tiene que ver con la identidad personal de cada uno de los habitantes del planeta; sin embargo, esta vez, se agredió a las creencias religiosas en nombre de la espectacularidad y la discriminación de un evento que de sobra se sabía que vería todo el mundo.

Las agresiones contra la fe cristiana fueron claras, nada tenía que ver con la tolerancia y las alusiones eran evidentes, como sucedió con la escena de la Última Cena. Más allá de la consideración hacia las diferentes preferencias sexuales, o la diversidad de creencias religiosas, está el respeto y en esta ocasión se pasó la línea que divide la intolerancia con la violencia, organizada con los antecedentes de un gobierno que ha apoyado la discriminación y la guerra, podemos ver que en esta fiesta nada es coincidencia y tiene muchos significados.

Uno de ellos fue cuando la delegación mexicana pasó por las cámaras de la transmisión oficial de los juegos y fue prácticamente tapada a la vista de los espectadores por un espectacular chorro de agua que salía del río Sena y que impedía ver a los atletas en su carro alegórico. Nada es casual en este mundo donde los medios tienen su propio lenguaje.

La Conferencia Episcopal Francesa señaló que la ceremonia ofreció “al mundo entero maravillosos momentos de belleza, de alegría, ricos en emociones y universalmente saludados”, pero en paralelo ha lamentado “profundamente” que incluyera “escenas de burla y mofa del cristianismo”.

Los obispos franceses señalan que “todos los cristianos de todos los continentes se han sentido heridos por la desmesura y la provocación de ciertas escenas”, y el mensaje que les quieren transmitir es que la fiesta olímpica debe estar “muy por encima de los prejuicios de algunos artistas.

El presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de París, Tony Estanguet, afirmó que fue “una ceremonia para mostrar nuestros valores y principios, con mensajes fuertes de sororidad, de amor”. La idea era lanzar un mensaje lo más fuerte posible. Tenemos en cuenta a la comunidad internacional, pero era una ceremonia francesa, en París. Tenemos libertad de expresión en Francia y queremos protegerla”.

En México, como en cualquier país del mundo, las figuras religiosas son intocables. Están más allá del bien y del mal, no importa por lo que esté pasando el mundo, su distancia a los asuntos terrenales está muy lejana; sin embargo, los organizadores, debían mostrar al mundo que están vivos, a pesar de la liberación del colonialismo de los países africanos que tenía sometidos, amenazando a Francia con una quiebra financiera sin precedente.

Ese mismo día en París hubo incidente que habla de la mala salud de la sociedad francesa, al ser saboteados los trenes de Francia, por lo que los visitantes a la competencia supuestamente deportiva, debieron ser molestados en su viaje por numerosos retenes y cierres de calles, por parte de la policía y soldados de ese país. Por si fuera poco, la lluvia no ayudó a la ceremonia inaugural, aunque hayan dicho que todo fue un éxito.

Los intereses de los organizadores nada tiene que ver con el esfuerzo de los atletas, son caminos diferentes que se unen en los juegos olímpicos que no pierden oportunidad para darle un toque político a sus eventos.

Los Juegos Olímpicos han dejado en el olvido los aspectos meramente atléticos para convertirse en una especie de manifiesto mediático donde se intentan colocar el imperio político, económico e ideológico. Tal vez es esta una de las causas que cada día tiene menos público sus competencia y menor trascendencia.

PEGA Y CORRE. – El turismo empieza a ser una actividad que la sociedad rechaza por diferentes causas, en Europa, en general España y Países Bajos, es particular, han sido los primeros en rechazar la llegada de turistas ya que los dejan sin la oportunidad de rentar casas o departamentos a precios justos, les ocupan sus espacios, además de no saber cómo comportarse en público.