Hasta aquí he hecho una breve y festiva alegoría del mundo de la consumición de néctares embriagadores que desde el próximo sábado por la tarde y durante todo el domingo
Para empezar declaro que desde hace casi 23 años que no tomo alcohol. En este periodo, en una ocasión mi amigo el caricaturista tapatío José Trinidad Camacho, alias Trino me invitó y me tomé una chelita —tal es la marca de su cerveza artesanal, el mismo nombre de la cajera del banco de sus Fábulas de Policías y Ladrones—. Fuera de eso he asistido a una buena cantidad de fiestas y reuniones donde no he tomado y he podido comprobar como la ingesta de bebidas embriagantes, si bien, en su primera etapa —digamos entre dos y tres copas— exacerba la simpatía de quienes tienen ingenio, las personas que se toman la cuarta, con sus divertidas excepciones, se vuelven repetitivas, monotemáticas y discuten, por lo general, pendejadas. Cuando ya se trae entre pecho y espalda la quinta, se convierten en cantantes de sexta –la copa que traen en la mano-. A partir de esta etapa es cuando surgen los galanes de séptima que le fajan a la de la fiesta o a su mamá —de la festejada, por supuesto—. Es entonces que surge entre cuates el “te quiero mucho” o entre los que se acaban de conocer “¿y tú qué traes güey? Luego es cuando uno de los Tomandantes del Botellón de Inflantería, declara: “lo que pasa es que ya estamos pedos todos ustedes, menos mi compadre y yo también”. A partir de este momento surgen dos opciones, una es cantar Oaxaca e irse a su casa a dormir y la otra es que uno de los borrachotes de mayor aguante sugiera: “Vámonos de putas”. Sin faltar el alcoholega que le revire: “Compadre, ya te dio mamitis”.
Hasta aquí he hecho una breve y festiva alegoría del mundo de la consumición de néctares embriagadores que desde el próximo sábado por la tarde y durante todo el domingo, mientras transcurra el proceso de la Revocación de Mandato, estará prohibida en las 16 alcaldías de la Ciudad de México, según la Ley Seca ordenada por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
Conforme a lo que investigué sobre la facultad de ordenar una Ley Seca, un asesor jurídico de esta columna me hizo saber que tratándose de elecciones locales el Instituto Electoral del estado donde se celebren por medio de una circular, dirigida a los ciudadanos, ordena tal precepto. Lo mismo sucede en las elecciones federales: es el Instituto Nacional Electoral (INE) quien entera a la sociedad, por el mismo procedimiento, sobre la prohibición alcohólica. Mi asesor no me supo decir si tratándose de un proyecto sui géneris como la revocatoria del próximo domingo, el impedimento al consumo de agüitas locas provino del INE o fue una decisión de Claudia Sheinbaum quien, según la Constitución de la Ciudad de México, tiene facultades para regular la venta de alcohol en cualquier época del año. (Sería bueno establecer una Ley Seca el 10 de mayo para que ningún chilango se ponga hasta la madre).
Desde que tengo uso de la razón política las Leyes Secas me parecen un ejercicio inocuo de los gobernantes para con los ciudadanos a los que con la prohibición nos dan categoría de menores de edad y nos restringen la voluntad de elegir libremente lo que hagamos o dejemos de hacer —o cuando menos eso creen—.
Además de lo anterior, la Ley Seca es una más de las muchas maneras de simulación que tenemos los mexicanos puesto que aquellos que quieran beber el sábado y el domingo tienen hasta el viernes para comprar toda clase de bebidas para tomar en casa los días de la prohibición.
Recién me llegó un meme cuyo texto dice: “Solamente pedo voy a votar por el Sí”.
Punto final
Pregunta existencial: ¿Por qué si nos referimos al frío decimos “pinche” y si se trata del calor decimos “puto”?