Lo malo es que siempre hay un grupo de seguidores dispuestos a creer sin cuestionar lo que diga su líder, así sea una sarta de tonterías, y por eso lo sigue haciendo
Es muy complicado cuando un presidente no le entiende y mete su cuchara en asuntos monetarios y financieros, porque solamente genera presiones innecesarias que estorban.
Con la alerta mundial por el coronavirus Covid-19 sale sobrando que un jefe de estado quiera buscar culpables donde no los hay, sólo porque calcula que las repercusiones económicas de la enfermedad habrán de afectar su popularidad, que es lo único que parece importarle.
Lo malo es que siempre hay un grupo de seguidores dispuestos a creer sin cuestionar lo que diga su líder, así sea una sarta de tonterías, y por eso lo sigue haciendo.
Lo bueno es que la autoridad monetaria no se deja presionar y actúa con base en un análisis de la situación presente, no de la popularidad presidencial.
Afortunadamente, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) no responde a las presiones, vía Twitter, de Donald Trump, y no mueve su política monetaria para complacer al republicano que sólo quiere sacar ventaja ante otros países a los que sólo ve como competidores.
La Fed lanzó, de manera conjunta, unida, con otras autoridades fiscales y monetarias del mundo, un plan para responder al reto que implica para la economía global esta “pandemia”.
Fue un acuerdo del G7, las siete economías más desarrolladas del mundo, para utilizar todas las herramientas políticas disponibles para responder al reto global que implica el Covid-19.
El comunicado del acuerdo ayudó a los mercados, pero lo que marcó una diferencia fue la decisión de la Fed de recortar de manera extraordinaria medio punto porcentual su tasa de interés interbancaria, hasta un rango entre 1 y 1.25 por ciento.
El tesoro estadounidense debe tomar medidas de apoyo fiscal para la economía estadounidense y otros países deberán hacer lo propio.
Lo que sigue es que en países como México, donde también sabemos lo que es que el presidente tenga otros datos, se entienda bien la jugada de las economías desarrolladas y se actúe en consecuencia.
Porque lo que hay hasta hoy es una preocupación de la 4T por la depreciación del peso, derivada, dijo el presidente, de la “propaganda del coronavirus”. Y hay la idea que todo lo que sucede en torno a la amenaza económica global se debe al deseo de los conservadores de que le vaya mal al gobierno actual.
Y, claro, hay quien se lo compra sin chistar y engrosa la lista de los que creen que todo se trata de un compló contra la 4T.
El Banco de México es autónomo y tiene ahora la obligación de responder en el mismo sentido que la Fed. Incluso, de manera extraordinaria, como lo hizo el banco central estadounidense.
Lo que importa no es la apreciación del peso tras el anuncio atípico de la Fed, lo que hace falta es que la economía mexicana, que ya estaba estancada por las políticas públicas actuales, no se encamine a otro año perdido, incluso negativo.
Y la autoridad fiscal, que sí depende 100% de las creencias presidenciales, debería atreverse a alzar la voz para anunciar algún plan contingente que proteja las finanzas públicas.