Los casos de censura y amenazas de censura, con penas judiciales adjuntas, se propagan en estos días desde diversas instancias de poder, con la anuencia de los poderes mayores de la República
“Por el bien de todos, cállense la boca”, escribe Jesús Silva Herzog-Márquez. Su frase resume el espíritu de la batida contra la libertad de expresión que baja del gobierno en México.
Los casos de censura y amenazas de censura, con penas judiciales adjuntas, se propagan en estos días desde diversas instancias de poder, con la anuencia de los poderes mayores de la República.
Políticas y políticos de la 4T, agraviados por la crítica, no la responden cara a cara, no dan la batalla en el terreno abierto de la información y la opinión.
Contestan con los instrumentos del poder. No quieren discutir lo que les molesta: quieren callarlo.
El gobierno ha tenido la maña, desde los tiempos de López Obrador, de presumir como prueba de su espíritu democrático la existencia de plumas, voces, publicaciones y organizaciones críticas. Las mismas, por cierto, que el presidente y sus repetidores, al tiempo que presumían, desautorizaban y difamaban en nombre, también, de la libertad de expresión, como parte del “derecho de réplica” del poder.
Paralelamente, el gobierno iba presionando a los medios, induciendo el despido de muchos colaboradores y “equilibrando” las plantillas de los restantes con sus partidarios.
Ahora hay otras dos estrategias oficiales contra la libertad de expresión. La primera es abusar de la ley para callar al crítico bajo amenazas de sanción judicial, monetaria y hasta penal.
No es que esta vía no se haya usado antes, sino que empieza a ser una plaga, un asedio rutinario del poder contra las voces y las plumas críticas que hay en los medios.
La vía novedosa es la segunda. Representa un salto cualitativo en la batida contra la libertad de expresión. Se trata de imponer penas a ciudadanos que se expresan en las redes sociales y dicen ahí lo que quieren o difunden lo que dicen otros.
Esta es una vía de silenciamiento que ya no se dirige sólo a los críticos profesionales, sino también a los ciudadanos en general.
La primera vía ya es un proceder dictatorial contra los profesionales de la información y opinión. La segunda vía es totalitaria: oprime a todos.
La primera vía dice: “A callar, medios”. La segunda: “A callar”.
¿A callar, presidenta Sheinbaum?