¡Qué oportuna la renovación del crédito contingente del Fondo Monetario Internacional a México por dos años más! Porque a partir de ahora se requiere de cierta cantidad de asistencia de la bolita mágica para saber qué habrá de suceder durante el próximo año. Dentro de exactamente 365 días México deberá tener un nuevo presidente. No … Continued
¡Qué oportuna la renovación del crédito contingente del Fondo Monetario Internacional a México por dos años más! Porque a partir de ahora se requiere de cierta cantidad de asistencia de la bolita mágica para saber qué habrá de suceder durante el próximo año.
Dentro de exactamente 365 días México deberá tener un nuevo presidente. No es posible saber si habrá una ceremonia de juramentación con algún protocolo que implique cierta normalidad y decencia o bien si habrá empujones y jaloneos para colocar la banda presidencial o un juramento en algún lugar secreto justo a la medianoche.
Por supuesto que lo que menos sabemos por ahora es quién será el protagonista principal el próximo 1 de diciembre del 2018 y esa simple variable implica caminos muy diferentes en materia de expectativas económicas y financieras. A todo el cúmulo de eventos externos, que van de un rompimiento comercial con Estados Unidos a una guerra entre potencias nucleares, hay que agregar la incertidumbre propia de un proceso electoral presidencial interno.
Cae todavía dentro de los escenarios predecibles que, de aquí al 1 de julio, día de las elecciones presidenciales, habrá estabilidad financiera. Y de aquí al último día de noviembre del próximo año se mantendrá la estabilidad macroeconómica como un valor de la economía mexicana.
Pero la aduana electoral y el resultado de la elección presidencial van a condicionarlas si la disciplina y el buen manejo de la economía se convierten en un buen recuerdo o se mantienen.
La línea contingente del Fondo Monetario Internacional por 88 mil millones de dólares más las reservas internacionales por unos 170 mil millones de dólares forman una capa protectora, un blindaje de un cuarto de billón de dólares, o de trillón de dólares si lo expresamos como se contabiliza al dólar en Estados Unidos.
Son recursos suficientes para hacer frente a una desbandada que pudiera provocar algún hecho político de esos que los que elaboran presupuestos colocan siempre en la columna del pesimismo y las calamidades.
Hoy está descontado que el resultado electoral presidencial y de algunas otras contiendas se habrá de arreglar en el tribunal electoral. El mal perdedor está en la cancha y tiene posibilidades de perder las elecciones.
A lo largo de los días de campaña habrá momentos en que resuenen en los mercados algunos planteamientos que puedan preocupar. Por ejemplo cuestiones de salud fiscal, de congruencia financiera, de la relación con Estados Unidos.
Contará si la contienda hacia el final de las campañas se mantiene entre tres o cuatro candidatos o bien si se cierra a una parejera entre dos contendientes.
Con plena confianza en nuestro sistema democrático y electoral hoy debemos tener la certeza de que dentro de un año cambia el gobierno. Pero de ahí en fuera lo que habrá de suceder en este país durante los próximos 12 meses es algo que muy pocos se pueden atrever a pronosticar.
Es parte de lo que anhelamos de no saber el resultado de una elección, pero es preocupante que entre las opciones tan divergentes que se presentan en la búsqueda del voto haya unas que opten todavía por el rompimiento y el retroceso.