La Unesco celebrará su 43ª Conferencia General en Uzbekistán y no en París, como tradicionalmente se hacía
Rodrigo Aguilar Benignos
Analista Internacional y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) celebrará su 43ª Conferencia General en Samarcanda, Uzbekistán. Será la primera vez en cuarenta años que se realice fuera de París.
En unos meses, la ciudad de Samarcanda en Uzbekistán volverá a ocupar el centro del mapa. No por un hecho del pasado, sino por algo muy actual: será la sede de la 43ª Conferencia General de la UNESCO, el espacio donde 194 países definen el rumbo mundial en educación, ciencia y cultura. El evento se realizará del 30 de octubre al 13 de noviembre de 2025 y marca un cambio importante. Por primera vez en cuatro décadas, la conferencia no se llevará a cabo en París, sede habitual. La UNESCO nació en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, con una idea sencilla: la paz se construye con educación, ciencia y cultura. Casi ochenta años después, esa misión sigue vigente, aunque los desafíos son otros. Por ello, el traslado no es solo logístico. Es un gesto simbólico: mover el diálogo cultural hacia una región que busca hacerse escuchar.
Uzbekistán ha trabajado en los últimos años para ganar un lugar en el mapa cultural global. La apuesta por la creatividad, la educación y la protección del patrimonio se volvió parte de su estrategia de desarrollo. En un discurso reciente en la Conferencia Internacional sobre Economía Creativa en San Petersburgo, Gayane Umerova, directora de la Fundación para el Desarrollo del Arte y la Cultura de Uzbekistán, explicó que esta elección fue el resultado de una visión sostenida: “El presidente Shavkat Mirziyoyev colocó el arte y la cultura en el centro de nuestra estrategia nacional. Nuestro objetivo no es quedarnos quietos, sino avanzar”, afirmó.
El país lanzó el plan “Uzbekistán 2030”, con una meta concreta: elevar la participación de las industrias creativas del 1.5% al 5% del PIB antes de que termine la década. Nuevos decretos protegen oficios tradicionales como el bordado suzani y el tejido ikat. Además, una Ley de Economía Creativa ofrece incentivos e infraestructura para sectores culturales, tecnológicos y de diseño. El mensaje es claro: la cultura puede ser desarrollo. Lo artesanal y lo digital pueden convivir y generar bienestar económico.
En Uzbekistán, seis de cada diez habitantes tienen menos de 30 años. Esa juventud es parte esencial de la estrategia. El gobierno impulsa la formación de artistas, diseñadores, programadores y emprendedores para que puedan competir a nivel internacional. Se han abierto centros de arte contemporáneo, museos y programas educativos que combinan formación técnica y cultural. Uno de los proyectos más representativos es la Aral School, un laboratorio educativo para regenerar la región del Mar de Aral. La apuesta es doble: impulsar el talento local y proyectar una nueva imagen del país.
El caso de Uzbekistán puede parecer lejano, pero deja lecciones útiles. En México, donde las artesanías, el cine y la música son parte esencial de la identidad nacional, la cultura sigue tratándose muchas veces como un gasto y no como una inversión. La idea de una economía creativa, que combina talento, tecnología y tradición, ha ganado fuerza en los últimos años, pero aún falta traducirla en políticas concretas. Uzbekistán muestra que un enfoque integral puede dar resultados: proteger el patrimonio, formar a los jóvenes y crear empleo al mismo tiempo. Es una fórmula que también podría aplicarse en América Latina, donde la cultura podría ser una vía real hacia el desarrollo sostenible.
La conferencia en Samarcanda abordará temas clave: el impacto de la inteligencia artificial en la educación, la preservación del patrimonio frente a la crisis climática, la libertad académica y el papel de la cultura en la cohesión social. Celebrarla en Asia Central, en una ciudad que durante siglos fue punto de encuentro de civilizaciones, tiene un valor simbólico. Samarcanda fue puente entre Oriente y Occidente; hoy busca serlo otra vez.
El cambio de sede envía un mensaje claro: la cultura mundial no pertenece a una sola región. Al llevar la conferencia fuera de París, se reconoce que la creatividad se distribuye de forma más amplia y que los nuevos centros culturales pueden surgir en cualquier lugar del mundo. Para Uzbekistán será una oportunidad de mostrar su transformación. Para los demás países, una invitación a mirar distinto: a entender la cultura no solo como herencia, sino como una herramienta viva para construir futuro.