
Se avecinan tiempos recios para nuestra querida Colombia y hoy, con la pérdida de Miguel, ese dolor se siente más que nunca
Hoy, Colombia despertó con una herida profunda y una tristeza inmensa: el senador Miguel Uribe Turbay murió este lunes 11 de agosto de 2025, tras dos meses de una lucha dolorosa desde el atentado que sufrió el pasado 7 de junio en un mitin político en Bogotá.
La tragedia de Uribe Turbay simboliza una herencia de dolor que parece repetirse: su madre, la destacada periodista Diana Turbay, perdió la vida en 1991 durante un fallido operativo de rescate tras su secuestro por parte del Cártel de Medellín.

Él, que tan solo era un niño, creció con esa ausencia como motor para su compromiso con la paz y la democracia. Y ahora, su propio final, víctima también de la violencia política, golpea con crudeza a nuestra querida Colombia.
Más allá de la política partidista, lo que hoy duele es la pérdida de una voz que clamaba por construir puentes, por bajar el tono en la polarización, por defender la institucionalidad en su país.
Como senador y precandidato presidencial, Uribe Turbay representaba una generación emergente con visión, idealismo y un fuerte apego a la democracia.

En medio de este luto, también surge una invitación colectiva: que su historia no termine en un titular, sino que movilice a su pueblo.
Ojalá esta dolorosa tragedia se transforme en un llamado a repensar el futuro más cercano—las elecciones presidenciales y legislativas de 2026—desde la serenidad, el respeto y el compromiso por la vida.
Y ojalá también Colombia encuentre, en medio de su duelo, un coraje renovado para construir una política menos violenta y más humana.
Se avecinan tiempos recios para nuestra querida Colombia y hoy, con la pérdida de Miguel, ese dolor se siente más que nunca.