La UNESCO sigue siendo uno de los pocos espacios donde la educación, la cultura y la ciencia se discuten no como mercancías, sino como bienes comunes
Por Rodrigo Aguilar Benignos, analista internacional y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de EE. UU.
Desde Samarcanda, el segundo día de la 43ª Conferencia General de la UNESCO dejó atrás los discursos de apertura y entró de lleno en los temas de fondo: cómo sostener la educación, la cultura y la ciencia en un mundo atravesado por la inteligencia artificial, las crisis migratorias y el cambio climático.
Desde temprano, el Centro de Exposiciones de la Ruta de la Seda volvió a llenarse de delegados y periodistas. A las 9:30 de la mañana, Ernesto Ottone, subdirector general de Cultura, habló sobre inteligencia artificial y museos. Dijo que la tecnología puede ampliar el acceso al patrimonio, pero advirtió sobre los riesgos de dejar la interpretación cultural en manos de algoritmos. Su mensaje central fue claro: la tecnología debe servir a la cultura, no reemplazarla.
A las 9:45, Stefania Giannini, subdirectora general de Educación, anunció la ratificación por Uzbekistán de la Convención Global sobre Educación Superior, junto con la creación en Tashkent de un Centro de Categoría 2 en Primera Infancia. Con ello, el país anfitrión se coloca como un nuevo actor en la cooperación educativa internacional. Giannini destacó que la expansión del acceso educativo es la base de cualquier desarrollo sostenible y una prioridad compartida por toda la organización.
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El debate sobre educación continuó por la tarde. En el panel “Higher Education in Emergencies”, ministros, expertos y rectores discutieron cómo garantizar estudios superiores a personas desplazadas por conflictos o desastres. La UNESCO presentó su Pasaporte de Cualificaciones, que permite validar títulos y trayectorias interrumpidas por la guerra o el exilio. El instrumento fue descrito como una vía práctica para devolver oportunidades a quienes han perdido casi todo, un tema que se repite en múltiples latitudes.
En paralelo, la organización celebró el diálogo ministerial “Learning Today, Leading Tomorrow: Skills for a Changing World”, donde más de 60 ministros de Educación debatieron sobre las competencias necesarias frente a las transiciones verde y digital. Se insistió en que los sistemas educativos deben adaptarse a nuevas economías sin perder su misión humanista. Los participantes coincidieron en que las desigualdades tecnológicas amenazan con ampliar la brecha entre países, y que formar en pensamiento crítico y ética digital es tan importante como enseñar programación.
Mientras tanto continuó el Debate de Política General. Los jefes de delegación presentaron sus prioridades nacionales ante el pleno. Europa destacó la ética de la inteligencia artificial y la investigación abierta; América Latina, encabezada por México, Chile y Brasil, defendió la educación pública y la memoria cultural como pilares de la democracia. África y Asia pidieron mayor financiamiento y transferencia tecnológica para reducir desigualdades.
En los pasillos, el mapa de actores dentro de la UNESCO se veía en transformación. Uzbekistán busca consolidarse como sede regional en educación y cultura, Arabia Saudita y Qatar amplían su presencia en patrimonio y museología, mientras que países nórdicos y latinoamericanos cooperan en impulsar programas sobre derechos digitales y libertad académica. Dentro del organismo, las direcciones de Educación y Cultura se mantienen como los ejes más influyentes, seguidas por Ciencias Naturales y Ciencias Sociales y Humanas, que ganan espacio con proyectos sobre ética, juventud y diálogo intercultural.
Samarcanda sigue siendo parte del mensaje. El gobierno uzbeko ha aprovechado la conferencia para mostrar una ciudad restaurada, moderna y abierta al mundo. La organización de los eventos, la seguridad y la logística impecables han reforzado su imagen de puente entre Oriente y Occidente. Uzbekistán, históricamente en la periferia de la diplomacia multilateral, busca ahora situarse como un actor activo en el diálogo cultural y educativo global.
La jornada cerró con una conclusión implícita: la UNESCO está intentando actualizar su mandato. Ya no basta con proteger monumentos o catalogar tradiciones; el desafío es coordinar respuestas globales ante los efectos sociales de la tecnología y las crisis. Educación, cultura y ciencia aparecen como tres formas de defensa frente a la desinformación, la polarización y el deterioro ambiental. El reto es mantener coherencia entre sus principios y su capacidad de acción. El día 2 de la Conferencia General lo dejó claro: la UNESCO sigue siendo uno de los pocos espacios donde la educación, la cultura y la ciencia se discuten no como mercancías, sino como bienes comunes.