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Un 10% de pacientes desarrolla COVID persistente
Eliana Souza do Nascimento, paciente de COVID persistente. Foto de EFE/ Raphael Alves

Eliana Souza do Nascimento, una brasileña de 64 años, lleva cinco años sin poder respirar por sí misma. Contrajo COVID-19 durante la pandemia y la fibrosis pulmonar que le causó le hace estar las 24 horas del día pegada a una botella de oxígeno. Como ella, el 10 por ciento de quienes contrajeron el virus, ahora tienen covid persistente.

“Yo era una persona muy activa, me gustaba trabajar, nunca paraba, ni siquiera en casa ni en el trabajo. Me pegó durísimo”, dice a EFE, Eliana, anclada en un sillón de su casa en Manaos, la ciudad brasileña más golpeada por la crisis de oxígeno que vivió durante la pandemia el Brasil de Jair Bolsonaro, quien se mantuvo en posturas negacionistas cuando en su país murieron más de 670 mil personas.

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Eliana Souza do Nascimento, paciente de COVID persistente. Foto de EFE/ Raphael Alves

Esta mujer tiene el 80 por ciento de sus pulmones afectados y depende de su marido para ir al baño, ducharse y hacer cualquier actividad. Pero no es solo lo físico, también tuvieron que vender su coche y las facturas del hospital los llenaron de deudas. Incluso ahora la medicación le cuesta unos 3 mil 500 dólares, una fortuna para esta familia humilde.

Las mascarillas, las tomas de temperatura, los incómodos palitos para tomar muestras nasales… Todas las medidas que se volvieron cotidianas, cinco años después de que comenzara la pandemia parecen olvidadas, pero para muchas personas el COVID-19 sigue siendo su día a día, se han vuelto enfermos crónicos.

 Síntomas diversos

Las últimas estimaciones muestran que aproximadamente una de cada diez personas que tuvo el virus podría desarrollar COVID-19. “Los pocos estudios clínicos existentes indican que (…) algunas personas pueden mejorar con el tiempo, otras permanecen con deficiencias estables, otras fluctúan y otras tienen empeoramientos con el tiempo”, explica a EFE, Jacqueline H. Becker, profesora asistente de la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí (Nueva York).

No todos los pacientes con COVID-19 persistente son como Eliana. Los síntomas más comunes son los deterioros cognitivos (como nebulosa cerebral), disnea, mareos, trastornos de sueño, dolores articulares y musculares y problemas gastrointestinales.

También es común quienes viven agotados, incapaces de trabajar o hacer cualquier tipo de esfuerzo. Es el caso de Sandra Guerrero, quien figura entre los 2.06 millones de enfermos de COVID persistente diagnosticados en Francia.

Sandra, de 50 años, se contagió de COVID-19 en un viaje a Guatemala en octubre de 2020 y tuvo que esperar 14 meses para tener un diagnóstico de lo que le sucedía: “Por una parte, fue un alivio porque era mucho tiempo errando de médico en médico. Pero por otro, preocupa, porque no sabes cuándo se pasará la enfermedad”, reconoce a EFE.

Esta profesora de guitarra, que antes de la infección no había padecido ningún problema importante de salud, tiene, actualmente, una invalidez laboral del 75 por ciento debido al cansancio persistente que sufre, lo que le permite trabajar “como máximo entre tres o cuatro horas por semana”.

Ha tenido que reorientar su vida, es responsable en la región de Occitania de la asociación francesa sobre el COVID persistente ‘Apresj20’ y ahora ayuda a pacientes a adaptarse.

 Sin tratamiento

El COVID persistente es más frecuente en mujeres, en poblaciones negras o étnicas y en personas con otras condiciones médicas. También es más normal que en los países donde más casos hubo haya ahora más personas con COVID persistente, como recuerda la doctora Becker, miembro de RECOVER, una iniciativa estadounidense lanzada para estudiar los impactos de esta nueva condición.

“Los esfuerzos para abordar el COVID prolongado deben seguir centrándose en el reconocimiento y la educación (por ejemplo, campañas de salud pública) para promover la concienciación y reducir el estigma. La ampliación de las clínicas especializadas en la atención posterior y la integración de sus servicios con la atención primaria pueden agilizar la atención a los pacientes”, explica esta neuropsicóloga clínica.

Algunos gobiernos están empezando a reconocer esta condición como discapacidad, pero los casos en muchas ocasiones no son diagnosticados o reconocidos.

Además, no hay una terapia disponible específicamente para el CCOVID persistente, aunque se pueden usar tratamientos para aliviar los síntomas, dice Becker.

“La investigación médica está avanzando, pero no habrá un tratamiento dentro de poco. No obstante, la dolencia se va comprendiendo un poco mejor y tengo la esperanza de que llegue un tratamiento”, confía la paciente francesa.

Con información de EFE