El dinero es un pobre sustituto porque no trae de vuelta a los seres perdidos, pero parece poca cosa la cifra ofrecida por la SCT y las empresas constructoras. ¿Es justo pagar 1 millón de pesos por cada una de las víctimas del socavón en el Paso Express de Cuernavaca? Eso es lo que ofrece … Continued
El dinero es un pobre sustituto porque no trae de vuelta a los seres perdidos, pero parece poca cosa la cifra ofrecida por la SCT y las empresas constructoras.
¿Es justo pagar 1 millón de pesos por cada una de las víctimas del socavón en el Paso Express de Cuernavaca? Eso es lo que ofrece como indemnización la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) junto con las empresas del consorcio constructor, la española Aldesa y Epccor, de los hermanos Gutiérrez Sainz, hijos de Juan Diego Gutiérrez Cortina.
La indemnización no es aceptada por los deudos. En voz de su abogado, exigen una sanción ejemplar para los responsables y una cantidad que refleje el drama que la familia ha vivido. Claramente la cifra es superior al millón de pesos por persona.
El dinero es un pobre sustituto porque no trae de vuelta a los seres perdidos, pero parece poca cosa la cifra ofrecida por la SCT y las empresas constructoras que “protagonizan” el socavón. En primer lugar porque el millón de pesos es inferior a los 5,000 días de salarios mínimo que la Ley Federal del Trabajo establece como parámetro para indemnizar en el caso de un accidente laboral. Serían cerca de 4 millones por persona. ¿Por qué esa cantidad? Es la misma que se utiliza en el DF como monto a pagar por una muerte en el caso de un accidente vial.
¿Cuánto vale el dolor? Éste es uno de los criterios que se utilizan para fijar el monto a pagar como indemnización por muerte. El sufrimiento al que ha sido sometida la familia Mena Romero es considerable. Tengamos en cuenta que pasaron varias horas en vilo, con la esperanza de que sus familiares sobrevivieran al accidente. Una vez que se constató la muerte, esta familia se ha visto sometida a toda la presión mediática y política que implica un incidente que se convirtió en noticia nacional. Se volvieron “celebridades” en contra de su voluntad y en circunstancias muy dolorosas.
A la dificultad de calcular el costo del dolor, hay que añadir una valuación que los expertos llaman de “capital humano”. Los difuntos dejan una vida plena y productiva. Juan Mena López tenía 56 años y era técnico en embutido de alimentos. Su hijo tenía 36 años; era chofer y repartidor y deja tres hijos. Los dos trabajaban en la misma empresa, una empacadora de pollo. Al utilizar el valor del capital humano como criterio se toma en cuenta el ingreso económico que generaba el difunto. A partir de esa cifra se hace un cálculo del dinero que la familia dejará de percibir por la pérdida del proveedor de ese ingreso.
El socavón en el que perdieron la vida don Juan Mena y su hijo es algo más que un agujero: un símbolo de todo lo que estuvo mal en esa obra. Hubo negligencia, mala supervisión e indiferencia por el riesgo humano que implicaba tanta malhechura. La obra estaba prevista para costar 1,050 millones, pero el presupuesto se elevó hasta superar los 2,000 millones de pesos. No es correcto que la indemnización por la muerte sea equivalente a un milésimo del costo total del Paso Express…0.17% de los sobrecostos de la obra.
¿Cómo ponerle precio a una vida? Claro que la SCT, Aldesa y Epccor no están haciendo las cuentas con la sensibilidad necesaria. Quizá hayan hecho las cuentas de capital humano, pero no las del dolor. El tratar con generosidad a los deudos es lo mínimo que se puede hacer en un caso como éste. Puede haber malhechura, corrupción y miopía, pero lo que no se puede justificar es ese afán de convertir la tacañería en complemento de un espectáculo lamentable.