Hoy San Garabato de las Tunas y Chayotitlán están de luto. Y cómo no si esos dos pueblos fueron creados por la imaginación de Eduardo del Río, mejor conocido como Rius, quien la madrugada del pasado martes falleció en Tepoztlán, Morelos. San Garabato fue el escenario donde se desarrolló la historieta Los Supermachos. Chayotitlán es … Continued
Hoy San Garabato de las Tunas y Chayotitlán están de luto. Y cómo no si esos dos pueblos fueron creados por la imaginación de Eduardo del Río, mejor conocido como Rius, quien la madrugada del pasado martes falleció en Tepoztlán, Morelos.
San Garabato fue el escenario donde se desarrolló la historieta Los Supermachos. Chayotitlán es la población a donde después de las tranzas del editor Octavio Colmenares, quien trató de cambiarle a la revista Los Supermachos su carácter combativo, su naturaleza antirreligiosa, su espíritu didáctico y su talante antisistema -también logró cambiarle de dueño ya que se quedó con los derechos autorales- se fueron asilados los garabatenses Juan Calzónzin y Chon Prieto, para dar origen a una nueva revista llamada Los Agachados, en la que el tal Rius prosiguió con su labor, única en el mundo, de enseñar divirtiendo y divertir enseñando.
En Chayotitlán, Calzónzin, el indígena con conocimientos en historia, filosofía y política, se encontró con la novedad de que había engendrado un hijo, el profesor Gumaro, a quien le encargó la labor didáctica en la nueva historieta para él poderse dedicar a escribir un libro, sus últimas palabras -en la revista- fueron: “Se acabó la época de Los Supermachos, es el tiempo de Los Agachados”. A pesar de su retiro la imagen de Calzónzin, el indígena de la cobija eléctrica, está presente en nuestro imaginario popular. El otro asilado, Chon Prieto, aprovechó su estancia en Chayotitlán para pasarle la estafeta de beber pulque y no hacer nada a Reuter Nopalzín -su alma gemela-.
Los personajes ya descritos llevan en andas un ataúd. En realidad una caja de madera, pues, como escribió el difunto que va dentro de ella en su libro Mis confusiones: memorias desmemoriadas: “!Con una pinche caja de madera es suficiente! (Lo de pinche se lo guardan porque desvirtúa el sentimiento)”.
El boticario don Lucas Estornino marcha junto al cotejo memorizando el panegírico que escribió para leerlo en el momento oportuno.
Arsenio y el Lechuzo, guardianes del orden, tienen que acomedirse para sustituir a Chon Prieto y a Reuter Nopalzín, que ya no pueden cargar el féretro. Están ebrios porque han venido bebiendo un curado de jitomate en honor al finadito que era vegetariano.
Doña Eme reza un rosario para que el alma del fallecido no pene… ¡Jesús, María y José! -profiere para sí la dama de la vela perpetua- en qué estás pensando, Emerenciana, qué palabras pasan por tu mente. Luego habla para que los demás la oigan: Ya debe estar en el infierno porque, como él mismo dijo: “Durante años le pedí a Dios que me volviera ateo y lo hizo”. Ojalá y Dios tenga misericordia de él por el tiempo que estudió en un seminario sacerdotal.
Sí, dice Gumaro, don Eduardo del Río, quien en 1955, cuando se hizo caricaturista de la revista Ja-Ja, latinizó su apellido por el Rius, para que su familia no se enterara de las cosas en las que andaba, efectivamente estudió en el seminario pero lo corrieron por no poder comprender cómo una virgen puede tener un hijo sin dejar de serlo.
¡Ave María Purísima! -exclamó escandalizada la beata bigotona-.
En realidad -explica Calzónzin- el maestro Rius más que ateo era antirreligioso, puesto que no negaba la existencia de Dios. En su libro Rius para principiantes, expresó: “Creo que sí hay un Dios que creó o inventó o hizo de la nada todo esto. (…) Pero de creer eso a creer en ese Dios injusto, cruel, exigente, alcahuete, represivo, cuentachiles e intruso que predican todas las Iglesias inventadas por el hombre, hay un abismo. ¡Un abismote! Más que ateo pues, me considero irreligioso”.
De ahí -aclara Gumaro- que la mayoría de sus frases cortas que él llamó afoRiusmos sea contra lo religioso. Por ejemplo, el que dice: “Si Dios existiera los curas se quedarían sin trabajo”. Y este otro: “Si cobraran la entrada a las iglesias estarían vacías”. También escribió: “¿Alguien ha visto si la credencial del Papa como representante de Dios está firmada por Cristo?”.
A todo esto -interviene don Plutarco, el rico del pueblo que ha acompañado al cortejo, más que nada, para saber si realmente se está gastando correctamente el dinero con el que cooperó para la caja y las flores-: ¿A dónde llevamos el cadáver?
Lo llevamos -responde Chon Prieto con el flotador pegado por el neutle ingerido- al lugar del que saltó a la fama, a la agencia funeraria Gayosso, empresa de la que nuestro muertito siempre dijo que fue su universidad.
Estoy de acuerdo con la idea -opinó el boticario Estornino- pero antes les pido que cotejemos si el occiso está en el féretro porque a mí un día me dijo: “Me deprimen tanto los entierros que de buena gana no iría al mío”.
Algo personal
Me siento como si se hubiera muerto un pariente al que sin conocerlo le tuve cariño; estuve al pendiente de su vida y obra. Me enseñó, divirtió, politizó e hizo pensar. Coleccioné Los Supermachos y Los Agachados con la intención de regalárselos a mi hijo cuando terminara la primaria. Así lo hice.
Ayer hablé con él. Todavía guarda la colección.
Hoy él y yo, como muchos de sus lectores que somos legión, estamos afligidos por su partida. Descanse en paz, el gran Rius.
