El cuadro de la autocracia se completa cada día, en medio del espectáculo de un gobierno incapaz de resolver los problemas que le salen al paso
Personajes aparte, la remoción de Gertz Manero de la Fiscalía General de la República pone fin al corto verano de la autonomía de las fiscalías de justicia en el país.
Hemos vuelto a que los fiscales sean empleados del poder ejecutivo, un paso serio en la consolidación autocrática del poder, que acaba siendo el único rasgo distintivo de la llamada 4T, su sed de concentración de poder.
El mecanismo de remoción de Gertz Manero es digno de comentario. Se genera por el acuerdo de la mayoría en el Senado y la presidenta de la república, que ofrecen al fiscal en capilla el camino suave de la renuncia o el camino duro de la remoción, para que deje su puesto en veinticuatro horas.
Luego de resistirse medio día al acuerdo del Senado y la presidenta para pasar por encima de la ley que lo hace autónomo, el fiscal Gertz optó por renunciar y evitar la dureza.
Sabrá muy bien lo que puede significar la dureza en estas horas de concentración de poder en el gobierno de México, pues él mismo ha sido usuario y socio de ese poder sin contrapesos.
Procesos semejantes de destitución de fiscales autónomos se han dado en los estados, donde han sido removidos 21 de los 32 fiscales nombrados en el último año, como nos recuerda Pascal Beltrán del Río.
En suma, la autonomía de la impartición de justicia, la autonomía transexenal de las fiscalías, legislada con la reforma electoral de 2014, ha terminado.
Al igual que el poder judicial trampeado y la Suprema Corte votada por consigna, las fiscalías serán instrumentos del gobierno cada vez que éste quiera someter adversarios, encubrir leales y procurar justicia a capricho.
Se dirá, con razón, que las fiscalías autónomas ya eran una farsa y que, cuando no lo eran, eran removidas, regresadas a la servidumbre.
Sí, pero que necesitaran desmontarlas muestra que en algo servían para contener al poder y en algo modulaban el voluntarismo judicial de autoridades imperativas.
Ya no. El cuadro de la autocracia se completa cada día, en medio del espectáculo de un gobierno incapaz de resolver los problemas que le salen al paso. Todo el poder al mal gobierno.
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