Curiosamente, nuevas ideas sobre el tránsito parten de otra manera de ver el respeto a la tierra: enterrar a los muertos en el bosque, sin lápida ni indicios, para que la descomposición de la carne nutra a la tierra
Los hombres, creo yo, debiéramos ser recordados por el modo en que tratamos a los vivos. Por el contrario, nos distingue la forma en que celebramos a los muertos.Y eso de la celebración está por verse, pues según las culturas vamos del duelo del tristísimo panteón por la partida de los cristianos a la convicción de una resurección a mejor mundo que marca el Islam.
Los musulmanes por ello prohiben la cremación y el cuerpo del fallecido debe ser enterrado antes del atardecer del día de su muerte, envuelto el cuerpo lavado en un sudario blanco, de costado y con su rostro enfocado hacia la Meca.Ahí comienza para el Islam la verdadera existencia. Lo anterior fue un ensayo.
La mayoría de las culturas considera la muerte como una etapa de tránsito en un fenómeno más rico. Se conocen las piras funerarias de los hindúes, la lado de un río sagrado; si es el Ganges, qué mejor. Vestimentas blancas para el cuerpo limpio, rumbo a una mejor existencia, purificado por el fuego.
El budismo no invoca a deidad alguna para despedirse de sus muertos, pero sí considera la muerte como una etapa natural de tránsito hacia una mejor vida. Llegar al Nirvana, la absoluta verdad, liberación y felicidad. Se puede incinerar, sepultar , echar al agua el cadáver o dejarlo a la intemperie a que se descomponga para que regrese a la naturaleza.
Mucho más bizarro para nosotros es el rito funerario ligado a Zoroastro, con las torres del silencio de algunas regiones de la antigua Persia y la India. El cadáver hecho piezas se pone en altas torres para que lo devoren los buitres. De manera semejante, la ribu Masai de Kenia y Tanzania considera que sepultar a un muerto es faltarle el respeto a la tierra. El cadáver es dejado en el campo, embarrado de grasa, para que los animales se lo coman.
Curiosamente, nuevas ideas sobre el tránsito parten de otra manera de ver el respeto a la tierra: enterrar a los muertos en el bosque, sin lápida ni indicios, para que la descomposición de la carne nutra a la tierra.
Polvo eres…
De la excepcional y compleja serie de ceremonias de muertos en México, hay en estos días una cantidad inmensa de escritos. Cada uno tenemos nuestro momento de reflexión sobre lo inevitable. Debiera ser punto de partida para procurar al menos, hacer de la vida algo más agradable.
PILÓN: PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Me dicen, no me consta, que Fernández Noroña grabó en lejanas tierras un video y lo subió a las infames redes llamadas sociales, en el que como vil plañidera lloró por las víctimas de la barbarie de Nethanyaju en Gaza.
Con todo respeto, porque así se debe decir antes de una ofensa, le dedico los seis versos finales de un soneto de mi querido Renato Leduc que se llama La Llorona.
No soy el primero que lo hace ni seré el último; ahora, me tomé la pequeña libertad -que Renato me permite- de una alteración mínima:
Lágrimas de sangre o de agua alcalina
ni al amor diluyen ni al amor concitan;
mas en cambio, infaman de humildad canina
y el alma corrugan y la córnea irritan.
No llores Noroña, porque el llanto afea
y quien mucho llora muy escaso mea.
