Álvarez-Buylla fue la punta de lanza de López Obrador para demoler la ciencia y la tecnología, bajo el razonamiento de que existía “una mafia”
En el gobierno de López Obrador, fue María Elena Álvarez-Buylla ejemplo de derroche más 90% de lealtad y 10% de capacidad: se pagó proyectos a sí misma con dinero público y colocó en puestos clave a personal ajeno al Conahcyt.
Gastó, como titular del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnología, casi cuatro millones de pesos para pagarse proyectos de ella y su madre; y dio contrato de 4.5 millones a una empresa que le diseñó una habitación en su casa.
Y glorificó la máxima de que los funcionarios tenían que tener 90% de lealtad y 10% de capacidad profesional: designó en puestos clave a personas sin relación con humanidades, ciencia o tecnología: desde pasantes hasta demostradores de lencería.
Álvarez-Buylla designó a David Alexir Ledesma como subdirector y coordinador de comunicación e información estratégica, aunque casi empezaba la carrera de Comunicación, pero era protegido de Jenaro Villamil y de Dolores Padierna.
Además, colocó a Edith Arrieta Meza como subdirectora de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados, aunque venía de estudiar moda y diseño de tendencias y prendas de ropa sofisticadas.
Pero Álvarez-Buylla argumentó que, pese a carecer de conocimientos sobre organismos genéticamente modificados, Arrieta Meza “conocía de maíces nativos mexicanos, porque provenía de una familia campesina de Milpa Alta”.
Y a María Chávez García la puso a administrar el Fondo Sectorial, aun cuando su grado máximo de estudios era la secundaria, y su trayectoria empresarial era “haber sido demostradora de lencería para las marcas Vicky Form y Carnival Creations”.
Durante su gestión Álvarez-Buylla contrató a dedo al despacho que diseñó la casa-estudio de su hija, para hacer la museografía del Centro Nacional de Cultura de la Salud y Bienestar Kalan, un espacio que sigue cerrado al público desde 2024, publicó El Universal.
La revista de arquitectura estadounidense Dwell, elogió la “fascinante fachada de ladrillo que envuelve” la casa de Jimena García Álvarez-Buylla, estudiante, artista e hija de la exdirectora de Conahcyt, de acuerdo con el diario.
Y Jorge García Orozco revisó para EMEEQUIS documentos oficiales que demuestran que Álvarez-Buylla entregó a ella misma y su madre 3.5 millones para estudios de genética y ratas; mientras privaba de becas a investigadores.
Álvarez-Buylla fue la punta de lanza de López Obrador para demoler la ciencia y la tecnología, bajo el razonamiento de que existía “una mafia de la ciencia”, de que los científicos eran “conservadores” y “defendieron el Porfiriato”.
Es, no olvidemos, un razonamiento chavista, planteado cuando en abril de 2003 despidió en un solo día a 17 mil 871 gerentes y técnicos de Petróleos de Venezuela, al considerar que “no necesitamos esas lacras”.
“Mafia de la ciencia”, “lacras”. Populismo a pulso: ignorancia y empirismo.
