La máxima juarista apela a la “honrada medianía”. El postulado obradorista, hecho añicos por sus herederos directos y una legión de seguidores encumbrados
Integrante del movimiento estudiantil de 1968, con medio siglo de militancia en la izquierda histórica y una vida activa en el PRD y Morena, Eduardo Cervantes Díaz-Lombardo ya había advertido sobre “el ramificado grupo de adictos a la cultura política heredada del PRI”, incrustado en las filas de la Cuarta Transformación.
Opuesto a la extensión del mandato de Mario Delgado y Citlalli Hernández al frente del CEN morenista, hace tres años se pronunció a favor de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, quien en su martes del Jaguar divulgó audios de las conversaciones entre el líder priista, Alito Moreno, y el entonces senador Ricardo Monreal.
El pragmatismo y el abandono del proyecto obradorista —advirtió entonces— pueden convertir al partido guinda en una simple marioneta de grupos de poder locales, en pos de ensanchar y dar cauce a sus ambiciones. En su última aparición como dirigente morenista, en la conferencia semanal de los diputados al Congreso de la CDMX, agregó una premonición fatalista: si el partido les sigue entregando las candidaturas, las derrotas se van a multiplicar en el 2027.
Sin recato, el primer dirigente de Morena en la capital del país describió a los enemigos que dentro del partido arruinan el legado de los fundadores: aquellos que “anhelan los mejores restaurantes, los hoteles cinco estrellas, la clase premier en los aviones; al hijo en Disneylandia, al hijo más grande en la universidad…”.
¿Indirectas? Cervantes Díaz-Lombardo se disculpó antes de aludir directamente al secretario de Educación Pública, Mario Delgado Carrillo, quien “desmanteló la organización partidista. Es una vergüenza”. Y ya no quiso seguirle y hablar de “ese departamento del que se habla y de la austeridad”.
Por decir lo que piensa ha sido desplazado, como encargado del área de formación de cuadros de Morena-CDMX. Enredado en su propio laberinto, Gerardo Fernández Noroña malgasta lo que resta de su fama pública con la defensa de su peculiar definición de la austeridad republicana, que aplica a las políticas públicas y no para los personajes del poder.
La máxima juarista apela a la “honrada medianía”. El postulado obradorista, hecho añicos por sus herederos directos y una legión de seguidores encumbrados. Entre ellos, destaca el expresidente del Senado, quien incluso ha ofrecido someterse a juicio político, si sus ingresos como funcionario público no solventaran su patrimonio.
Palabras mayores. Y es que ni sus cargos partidistas ni su larga trayectoria parlamentaria suman bastante. Fernández Noroña podría explicar su relación con Gisela Hengl y si es socio de los negocios gastronómicos de Emiliano González en Tepoztlán, Morelos. Y de paso, precisar el motivo de sus constantes visitas al general Isidro Pastor, en el AIFA. ¿Acaso estarán relacionadas con los tres locales comerciales que le fueron concesionados en el área comercial de la nueva terminal aérea?
El pueblo, dice el legislador, quiere hombres y mujeres comprometidos, no fantoches. El partido, dijo Cervantes Díaz-Lombardo, está bajo grave riesgo. “En nuestro partido hay mucha gente que miente, que es corrupta y que no comparte los fundamentos del proyecto de transformación del país, que es proyecto lopezobradorista”.
Pero Cervantes, Fernández Noroña y Mario Delgado se identifican como obradoristas. Entre ellos, por supuesto, hay disensos, pero ahora son víctimas de la misma bravata purista contra el obradorismo. Y también existe la convicción de que el claudismo les ha declarado la guerra. La gran batalla será en el 2027, no en el 2030.