A partir del lunes 1 de septiembre comenzaremos a vivir las consecuencias —buenas o malas— de nuestra falta de garra. Después no digamos que no lo vimos venir
Con su informe final, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Lucía Piña Hernández, puso fin a una época en el máximo tribunal del país y, en general, en el Poder Judicial Federal.
En su discurso, la ministra Piña dio cifras, habló de transparencia, dijo que el máximo tribunal estuvo sujeto a acoso y desinformación, y afirmó que no respondieron con estridencias, sino con sentencias.
Fue un adiós más parecido a un café descafeinado: sin tres de los ministros en activo del pleno, sin los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral y sin los miembros de la Judicatura Federal. Seguramente tenían algo mejor que hacer.
Algunas crónicas del evento señalaron que al último discurso de la ministra Piña le faltó fuerza. Coincido: quedó a deber un guiño a todos los jueces que perdieron su cargo por una reforma al Poder Judicial hecha sobre las rodillas, y a todos los trabajadores que también serán cesados para acomodar a los equipos de los juzgadores del “acordeón”, de la “chiva” o de la “chuleta”, como usted le quiera llamar.
Faltó un mensaje crítico a las que se quedan y a los que llegan al máximo tribunal del país, recordándoles que no tienen el cargo por la “voluntad del pueblo”, sino por la ambición de unos cuantos, el instinto de conservación de otros, la venganza de uno y la falta de garra de todos.
Faltó una advertencia: está en sus manos ser agentes de cambio o simples comparsas de una causa.
El 1 de septiembre entrará en funciones una SCJN descafeinada, sin muchas de las facultades que tiene la actual. Llegarán juzgadores que no podrán ayudarnos porque, si se salen del guion, podrían enfrentar la furia del régimen o de sus allegados en el Tribunal de Disciplina Judicial.
A partir del lunes 1 de septiembre comenzaremos a vivir las consecuencias —buenas o malas— de nuestra falta de garra. Después no digamos que no lo vimos venir.
EN EL TINTERO
Menudo espectáculo protagonizaron Gerardo Fernández Noroña y Alejandro Moreno Cárdenas al liarse a golpes en la última sesión de la Comisión Permanente del Congreso.
Bastante raros los vendajes con los que apareció el colaborador de Fernández Noroña en la conferencia de prensa tras el altercado… No digo que no saliera lastimado; mi pregunta es: ¿QUIÉN CARAMBA LO ATENDIÓ?
Esto sí se llama justicia expedita: agentes del Ministerio Público fueron a la casona de Xicoténcatl a recibir la denuncia. ¿Iría un médico legista a ver las radiografías y valorar las lesiones? Si así curan las fracturas, no me quiero imaginar cómo suturan las vergüenzas.
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