La del viernes fue la séptima vez en que los presidentes de los países que en la Segunda Guerra Mundial fueron aliados, adversarios en la guerra fría y, que dan la impresión, de ser amigovios en la época actual, se reúnen por séptima vez; la segunda en el segundo período presidencial del estadounidense
El pasado viernes tuvieron una cita los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin en una base militar de Alaska, territorio que en 1867 Rusia vendió a Estados Unidos en 7.2 millones de dólares, aproximadamente 150 millones de dólares actuales -más barato sólo Texas-. Al margen del dato histórico del cual, aparentemente, ninguno de los dos recordó o, tal vez, ambos ignoran, la reunión para poner fin a la guerra de Ucrania, como decimos coloquialmente en México valió gorro.
La del viernes fue la séptima vez en que los presidentes de los países que en la Segunda Guerra Mundial fueron aliados, adversarios en la guerra fría y, que dan la impresión, de ser amigovios en la época actual, se reúnen por séptima vez; la segunda en el segundo período presidencial del estadounidense.
La recepción ofrecida por Trump a su homólogo ruso fue cálida en las tierras gélidas de la América del Norte. Según el reportero Peter Bakery, del The New York Times, el estadounidense recibió al visitante con alfombra roja e incluso aplaudió al dar la bienvenida al ruso, quien, por cierto, “se encuentra bajo sanciones estadounidenses y enfrenta una orden de arresto internacional por crímenes de guerra”. Ambos rieron y conversaron cordialmente. Trump invitó a Putin a viajar con él en ‘la bestia’ –la limusina presidencial blindada- hasta el lugar donde se efectúo la reunión. (Tienen más cosas en común dos delincuentes que dos líderes ideológicos).
Los elogios fueron mutuos: “Siempre he tenido una relación fantástica con Vladimir”. “El presidente Trump y yo hemos establecido un contacto muy bueno, profesional y de confianza”. Inclusive, Vladimir, sugirió que le gustaría mucho ser el anfitrión de Donald próximamente en Moscú. Pero del alto al fuego, del fin de la guerra, no llegaron a ninguna resolución. “No hay acuerdo hasta que no haya un acuerdo” –dijo Trump. Con lo cual recordó al matador de toros cordobés Rafael Guerra ‘Guerrita’ quien dijo: “Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.
El autor del texto que usted tiene frente a sus ojos no se explica por qué se reunieron el ruso y el norteamericano el pasado viernes con el pretexto de la paz en Ucrania, en el entendido que el lunes siguiente, es decir ayer, se iban a reunir en la Casa Blanca y con el mismo objetivo, ocho líderes europeos entre ellos el directamente interesado Volodymyr Zelensky que esta vez hasta traje se puso y además tuvo el tino de llegar con una carta de su esposa, Olena Zelenska, dirigida a Melania, la esposa de Trump, dándole las gracias por la carta que ella envió a Putin en la que escribió: “Al proteger la inocencia de los niños (ucranianos) hará algo más que servir a Rusia: servirá a la humanidad”.
Una nota de la CNN informó que la junta tuvo lugar en la oficina oval que antes hubo una plática entre Trump y el presidente ucraniano que este calificó como “muy buena conversación”. Que la reunión fue interrumpida durante 40 minutos para una charla entre Putin y Trump, pero si apenas platicaron el viernes. Algo se traen entre manos este par que no lo mata una tercia.
En un momento de la reunión multilateral el micrófono estuvo abierto y se escucho como el gringo le dijo al presidente francés Macrón: “Creo que Putin quiere llegar a un acuerdo por mí”. Lo que ya no se escuchó fue la propuesta del francés respecto a la reunión tripartita entre el estadounidense, el ruso y el norteamericano debería tener un invitado europeo. Imagino la respuesta de Trump: “puede ser, siempre y cuando pidamos cuentas separadas”.
Punto final
Faltan diez meses para el Mundial de Futbol de cual nuestro país será una de las sedes y en la ciudad hay más baches que vendedores ambulantes. Propongo un lema: “La Ciudad de México recibe a sus visitantes con los baches abiertos”.