Hasta no hace mucho, la tenista Jean King tuvo que iniciar un movimiento para que los premios de las damas se acercaran a los de los hombres en ese exclusivo deporte. Pero en todas las otras disciplinas el machismo prevalece
Uno, que es deportista de sofá y control remoto, peferiría que este muchacho Javier Hernández estuviese en boca de todos como anotador de goles en Gran Bretaña, España o Guadalajara, o por lo menos como vendedor estrella de camisetas con su número en la espalda. Por desgracia, la supuesta habilidad que tiene con los pies el futbolista, no la tiene con la lengua; acaba de pasar a las reservas del bien hablar y me parece que por un buen tiempo.
Sin motivo aparente alguno, puso el joven en circulación una serie de opiniones sobre el papel que las mujeres deben desempeñar en nuestra sociedad: ya se sabe, el de sumisas colaboradoras de sus parejas, los hombres, que en apariencia son los únicos capaces de proveer sustento a su hogar.
Lo retrógrado de esa actitud ya está suficientemente discutida a mi juicio.
Sin embargo, y a propósito de la profesión del declarante, me parece que aunque en apariencia todos estamos de acuerdo en que las mujeres son capaces de desarrollar casi cualquier trabajo que haga un varón (salvo la que todos sabemos), la igualdad no va más allá del tácito reconocimiento.
Ayer disfruté un excelente partido de futbol soccer, la final del campeonato europeo del futbol femenil entre las selecciones de Inglaterra y España, en un estadio de Basilea. El resultado es irrelevante. Ganó el equipo que tenía que ganar, aunque ambos lo merecían.
Lo que me resultó notable fue la calidad del futbol que mostraron. Los dos equipos compitieron con dominio de su oficio, pundonor, empeño, dedicación, sudor y eficiencia. Con eso que solemos llamar caballerosidad, y que no sé cómo se le deba decir, cuando lo ejercen las mujeres, porque bonhomía también trae carga machista.
Lo cierto es que en cada lance, por más fuerte y bravo que fuera, las jugadoras lo asumieron como profesionales que son, dando la mano a la rival, agresora o agredida, y reintegrándose a su chamba. Principalmente, sin hacer gala de las dotes histriónicas que los futbolistas mexicanos muestran a cada rato ante cualquier tropezón, alegando lesiones de tercer grado que se alivian de inmediato.
Soy testigo de todo esto, mientras me entero que en el futbol profesional de varones en todo el mundo, los equipos machuchones de Europa o México manejan cifras millonarias en dólares o euros para contratar a algunos de los más mencionados cracks del deporte, que suelen ser los que tienen representantes más hábiles y/o tramposos en las negociaciones de las que llevan tajada grande.
Nada que ver con lo que devengan las mujeres que dedican su esfuerzo para obtener el efímero triunfo en el deporte de las patadas.
Cosa que no es exclusiva del deporte más popular del mundo.
Hasta no hace mucho, la tenista Jean King tuvo que iniciar un movimiento para que los premios de las damas se acercaran a los de los hombres en ese exclusivo deporte. Pero en todas las otras disciplinas el machismo prevalece. Y el desempeño de las mujeres en ellas deja muchas veces mal parado al de los hombres.
Como era demostrando.
PILÓN PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): La Torre Eiffel amaneció ayer domingo colgando una gran manta con los aros olímpicos. Se cumplió un año de la soberbia inauguración de sus juegos olímpicos de verano. La ahora eléctrica antorcha olímpica sigue iluminando las tardes-noches de París durante todo el verano.
Pero los juegos que hizo la ciudad luz hace un año dejaron algo más que una buena memoria: dejaron una deuda grande que afecta al presupuesto nacional. Los juegos, cuyo costo presupuestado era de dos mil millones de euros, triplicaron la cifra; ni haga cuentas en pesos.
De los eventos masivos, por la cantidad de deportistas que alojar, pistas especiales que construir o adaptar, los juegos olímpicos son los más caros y los de nulo beneficio económico. Todo se va en el prestigio.
Los mexicanos, que seguimos pagando la tenencia de los autos, que se inventó “temporalmente” para estirar el presupuesto de 1968, sabemos algo de eso.
