Desde su incepción el Tren Maya ha provocado dos vertientes de opiniones carentes ambas de sustento documental. Sus defensores a ultranza y los que lo descalifican sumariamente
Desde su incepción el Tren Maya ha provocado dos vertientes de opiniones carentes ambas de sustento documental. Sus defensores a ultranza y los que lo descalifican sumariamente.
Que no le digan que no le cuenten, porque a lo mejor le mienten, solía clamar el merolico. Con eso en mente este fin de semana pasado me fui a Mérida a subirme siquiera un ratito al dichoso vehículo. No pretendo hacer un reporte detallado y de buen sustento, sino de compartir la cándida experiencia de un recorrido de ciento cincuenta kilómetros, entre la capital de Yucatán y la bellísima ciudad de Valladolid hecho en poco más de dos horas en cada sentido.
En la lengua maya tsiimin k´aák quiere decir caballo de fuego. Además de ser una muestra de la escasa imaginación de los creadores del concepto, deja constancia de la intención inequívoca de anclar al tren en su entorno natural. Todas las señalizaciones en el vehículo y su entorno están escritas en castellano y maya.
Para nadie es un secreto que las obras magnas del sexenio anterior, el aeropuerto Felipe Ángeles, Dos Bocas y el tren maya no fueron más que caprichos de Lopitos en su afán de permanencia histórica. Ninguna de ellas se justifica en términos de lógica o conveniencia.
Los peninsulares me dicen que el trenecito ni lo necesitaba ni lo pedía la región.Ella está relativamente bien comunicada por carreteras, particularmente los lugares de interés turístico, como las zonas arqueoógicas o las playas. Estos últimos destinos, emanados de su correspondiente capricho presidencial, precisamente por esta circunstancia carece de los insumos que requiere para su operación, desde luego los perecederos, que tienen que ser traídos. La posibilidad de un ren e carga eficiente y rápido sería un buen apoyo, pero…Las condiciones del clima obligan a los vehículos refrigerados, que el tren turístico no tiene, obviamente.El traslado de los trabajadores de la industria turística tampoco se ve favorecido por el costo de los boletos, los hoarios de operación y la lejanía de las estaciones.
Las estaciones -yo ví las de Mérida y Valladolid- son soberbias. Enormes, limpias, equipadas perfectamente, con elevadores y escaleras eléctricas en óptimo funcionamiento, por ahora, y con abundante personal de apoyo, provisto por la Guardia Nacional a todas luces. Estos puertos de embarque y desembarque están alejadas de sus ciudades por burocráticas razones, aumentado el costo del transporte en la medida de la voracidad de los taxistas.
Los trenes constan de cuatro vagones. Uno, llamado premier y los otros turista. Por el trayecto que hicimos en clase fifi, pagamos casi 700 pesos de ida. En los otros vagones la mitad. La proporción de costo por kilómetro supera la media de cualquier transporte en autobús de cualqquier lugar de la república.
Los vagones son nuevos, limpios, sólaidos, bien equipados. La diferencia de premier a turista es que las hileras son de res asientos en lugar de cuatro, y un poco, un poco, más espaciosos. El trayecto se hace con comodidad, buen flujo y cortesía del personal.
El pasaje fue escaso; no más del 30 por ciento de la capacidad.
Es regla universal que el transporte ferroviario no es un ente rentable y rquiere en todo el mundo subsidio estatal. En este caso debe ser caro. En todo los detalles, desde el terminado de las estaciones y ele stado de vías, durmientes y basalto, revelan que a la hora de firmar los cheques o pedir prestado no había discreción austera.
De que hubo negocios, hubo.
De que sea una obra para gloria de futuras generaciones, habrá que ver.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Dentro de dos semanas, si Trump quiere, se desata la siguiente etapa de la guerra mundial del comercio. 24 países, además de los 27 de la Unión Europea, verán aumentados los aranceles a todo lo que le vendan a los Estados Unidos. A México le toca el 30 por ciento, a japón, Brasil y China el 50 y por el estilo.
No es secreto que al final del día -o de la cadena de suministros y consumo- esos incrementos a los precios de lo importado en Estados Unidos los pagará el consumidor. el cálculo más conservador dice que en promedio dos mil quinientos dólres anuales por familia. Pero de paso, se llevará entre las patas al comercio mundial.