Lo único cierto es que los ganaderos mexicanos no tienen más recurso que la dieta del ajo y del agua: a joderse y a aguantarse
Nadie puede discutir que una de las obligaciones primordiales e inevitables de un Estado, es vigilar y cuidar la salud de sus ciudadanos. No se lo digan al médico asesino nominado a representar a la señora presidente y su jefe Lopitos en la Organización Mundial de la Salud: el doctor López-Gatell no lo va a entender.
O, cínicamente se reirá de ello.
Cuando conviene, el gobierno de los Estados Unidos ha aplicado discrecionalmente ese principio, según el sapo y la pedrada. En mi infancia me tocó alguna vacuna, en etapa experimental en humanos ajenos, obligatoria para cruzar a Laredo Texas; creo que en contra de la fiebra aftosa.
En las últimas semanas la exportación de ganado vacuno mexicano para sacrificio en los rastros del norte, ha estado sufriendo sacudidas importantes para la economía de los ganaderos de nuestro país. Las autoridades de allá han encontrado, o supuesto, muestras de contagio de la plaga que se llama “gusano barrenador” en las reses mexicanas y ha cerrado más de una vez las fronteras a la importación de esas vacas. Muy en su derecho.
El asunto parece sencillo: una mosca que se llama curiosamente Cochilomyia homnivorax deposita sus huevecillos en heridas abiertas de una bestia. Pronto se convierten en larvas que se alimentan del tejido muscular y perforan el cuerpo animal -de ahí el apellido barrenador- hasta casuar la muerte. En los humanos es posible contraer la enfermedad, que causa dolores graves y molestias, pero no la muerte.
No es tan simple. Las autoridades mexicanas y los ganaderos norteños, afirman que el gusano barrenador ha sido expulsado de nuestro país desde 1991. En gran parte por un programa sanitario estadunidense, que se dedicó por años a cultivar moscas de la Cochlomyia para cortar la reproducción del insecto. Ese programa sigue suspendido desde hace años, sin que haya en México una réplica similar eficiente.
A mayor abundamiento, los brotes del gusano barrenador en México se han concentrado en la frontera con Centroamérica y el ganado que de allá viene; de hecho, el único brote de la plaga que motivó el más reciente cierre de fronteras, se descubrió en el norte de Veracruz.
La vaca, no cabe duda, la está matando el departamento de salud gringo. Pero la pata la está agarrando el gobierno mexicano y su ineficiente programa de salud animal que hubiese contenido la propagación de la plaga, con moscas estériles, bombas de flit, o periódicos doblados a guisa de matamoscas.
Lo único cierto es que los ganaderos mexicanos no tienen más recurso que la dieta del ajo y del agua: a joderse y a aguantarse.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Acabo de ver en las redes un impresionante video que se origina en Texas, de una oaxaqueña, indocumentada ella y con orden pendiente de expulsión por el gobierno de los Estados Unidos.
A sus 44 años, esta bella y fornida prieta no dudó un momento ante la tragedia por la avenida del río Guadalupe y su centenar de muertos -muchos de ellas niñas- y miles de damnificados.
Se aventó a las aguas cenagosas y comenzó a sacar decenas de cuerpos casi inertes, y seres paralizados por el miedo a la muerte. No sé cuantos seres humanos le deben la vida a esa mujer. Tampoco se me escapa, que ella no ha sido la única indocumentada que ha metido el hombro, y el resto del cuerpo, en donde se necesita.
También merece reconocimiento el auxilio que los estados mexicanos fronterizos han prestado a la tragedia tejana, con equipo, hombes y perros de rastreo, que inmediatamente se fueron a dar auxilio al estado con el gobierno más racista y antimexicano que hay en los Estados Unidos. El del gobernador Gregg Abott.
Que conste.