Un factor importante para la influencia de la señora Wallace y su ‘buena’ imagen pública, fue el apoyo del presidente Calderón
Tal parece que los ministros de la Suprema Corte de la Nación, que en septiembre serán sustituidos por los recién electos, quisieron cerrar con broche de oro su gestión y ordenaron la libertad absoluta, luego de casi veinte años de injusta prisión, de Juana Hilda González Lomelí, la primera en quedar totalmente libre de las seis personas acusadas falsamente del secuestro y asesinato de Hugo Alberto Wallace, hijo de Isabel Miranda, quien para justificar la desaparición de su hijo, presunto delincuente, a quien buscaban otros transgresores de la ley de mayor jerarquía en la escala criminal, fue capaz de enlodar el prestigio de varias familias y llevarse por delante, de manera cruel e inhumana, a seres humanos inocentes —hombres y mujeres— que sufrieron torturas, vejaciones y cárcel tal y como lo demostró en su novela periodística ‘Fabricación’, Ricardo Raphael, periodista y escritor quien investigó exhaustivamente durante seis años lo que conocimos como ‘el caso Wallace’.
Un factor importante para la influencia de la señora Wallace y su ‘buena’ imagen pública, fue el apoyo del presidente Calderón. Con amenazas de poner un anuncio espectacular enfrente de Los Pinos, acusando al recién llegado mandatario de no atender su caso, la señora logró entrevistarse con él. Transcribo:
“Tengo todo el tiempo que usted necesite —le dijo Felipe Calderón.
Gracias, presidente.
Me habría gustado atenderla antes, pero andaba fuera de la ciudad.
Eso me explicó el licenciado Nava, señor. (César Nava en ese entonces secretario particular de Felipe Calderón, actualmente de Paty Lu).
¿Qué puedo hacer por usted? Isabel Miranda de Wallace respiró hondo antes de disparar: Vengo a verlo como una madre que ha sufrido mucho, no sólo por la tragedia que le ocurrió a mi hijo, sino también por la ineptitud de las autoridades(…) Estoy desesperada, presidente, porque continúo sin saber dónde están los restos de mi hijo (…) Cuatro de los criminales están presos, pero la policía no ha logrado hacerlos hablar. A esa gente la tratan como reyes, mientras que a las víctimas nos minimizan (…) Necesito una orden de usted para que el ejército me ayude (…) Estoy segura que sin la intervención militar el caso de mi hijo no va a resolverse (…)
Isabel calculó correctamente que el presidente recibiría bien la iniciativa. Ella había gestado la idea un mes atrás, en diciembre del 2006, cuando vio a Calderón vestido de militar (…) A Felipe Calderón no le preocupaban tanto los delincuentes como la mitad del país que, en las elecciones del año previo, votó por otro candidato; sobre todo, estaba preocupado por los electores que acusaron como fraudulentos los comicios donde se alzó con una victoria microscópica. (…)
La vamos a ayudar se lo prometo. (…) El mandatario por un teléfono de color rojo se comunicó con el procurador general de la República. lo instruyó para que cuanto antes recibiera a la señora Wallace. (…)
Usted podría ayudar mucho a mi gobierno si redactara un documento relatando todas las cosas que ha tenido que atravesar sobre todo a causa de la ineptitud burocrática. También me caería bien si me sugiere algunas soluciones que yo pueda impulsar (…) Sea mi asesora para combatir el secuestro. El país y yo la necesitamos”. Así, sin pruebas pero sin dudas, imaginó el escritor la charla de la cual salió empoderada Isabel Miranda de Wallace, quien logró, con sus nefastas argucias, burlarse de todo un país. Como en el caso de García Luna, respecto a Calderón, uno se pregunta: ¿En verdad, lo engañó?
Seis días antes de la publicación de ‘Fabricación’, Isabel Miranda falleció oportunamente, se difundió que murió en el hospital ABC, esto no coincide con su acta de defunción. ¿Coincidencia o el último engaño? En el breve velatorio su ataúd permaneció siempre cerrado. Ya están juntos madre e hijo, ¿muertos o vivos?
Punto final
La mentira permanece hasta que la verdad la expulsa.